Proceso de politización desde la acción del voluntariado

01/08/2022
Edson Gutiérrez Zamora
Guatemalteco. Centroamericano y activista por los derechos de las juventudes.

Hace ya once años que comencé el camino que sigo recorriendo, la acción del voluntariado. Estoy seguro de que no importa la edad o la etapa de nuestra vida; cuando tomamos, con determinación, la decisión de involucrarnos en algún movimiento de jóvenes, en una organización, en un partido político o cualquier grupo de jóvenes, compartimos el sentir y el pensar en lo que podemos aportar. Las energías y el deseo auténtico de sentirnos útiles por cambiar eso que vemos a nuestro alrededor nos mantiene firme en la decisión que hemos tomado. Sé que si reflexionamos cuáles han sido los momentos que han marcado nuestro proceso vamos a tener muchas coincidencias, desde enfrentarnos a nuestros círculos de amigos más cercanos, a la familia o a nosotros mismos.

Para comprender la relación que tiene el trabajo voluntario con la política y lo importante de esta combinación es necesario que tengamos claros algunos aspectos fundamentales de ambos términos. Se trata de una reflexión a partir de las vivencias más que de una conceptualización teórica y de la experiencia de quien escribe y de quien puede leerlo y sentirse identificado.

No es necesario ahondar en una conceptualización teórica de lo que significa el voluntariado, dicha acción se ha asumido por muchas y muchos a lo largo de la historia, sobre todo en momentos críticos, importantes y transcendentales. Cuando se piensa en un joven organizado o que se integra en alguno de los niveles de participación, estoy seguro de que relacionamos esa acción al campo del trabajo voluntario; es decir que no existe una remuneración económica por lo que se hace y a pesar de ello, existe una entrega y puesta a disposición de los saberes, conocimientos, cualidades o virtudes para el servicio de los demás. La importancia de la existencia tanto de grupos como de jóvenes voluntarios radica en lo que estos asumen de cara a la inexistencia o insatisfacción de problemas sociales dentro de la comunidad en donde se acciona.

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Pensemos en nuestra comunidad, seguramente vamos a conocer a un joven o una organización que ha decidido organizarse en torno a un tema específico de forma voluntaria y acá entendida la forma voluntaria también como la inexistencia de presión u obligación por organizarse. Estos jóvenes y organizaciones, en la mayoría de los casos, encaminan sus acciones a fortalecer las capacidades de liderazgo de otros jóvenes y a fortalecer las capacidades técnicas en materias específicas. Y este es un esfuerzo enorme porque se ejecuta en condiciones adversas que varían según las condiciones de la comunidad.

Recuerdo a un grupo de jóvenes que participaron en el proyecto Gestores por la Salud, implementado por Paz Joven Guatemala, mi casa, en asocio con la Organización Mundial de la Salud y que tuve la posibilidad de coordinar. Se trataba de jóvenes del municipio de Nebaj, el cual se encuentra aproximadamente a 7 horas de la ciudad de Guatemala. Un municipio con historia de heridas de guerra por el conflicto armado. A pesar de esto, las y los jóvenes viajaron tres horas a una comunidad lejana para compartir con otros jóvenes lo que ellos habían aprendido. Un esfuerzo enorme que nace desde el asumir un compromiso social, pero también político, de transformación de su comunidad y de su país.

Así como los jóvenes de Nebaj que han asumido un compromiso importante de contribución a la transformación social, hay muchos jóvenes que quizás no llegan a comunidades lejanas, pero tienen otras formas de apoyar y sumarse a estos esfuerzos. No podemos permitir la desestimación o la desvalorización de las acciones de las juventudes. Enfrentarse a un sistema social y político en donde se sigue estigmatizando a las juventudes, en donde no hay una garantía plena del reconocimiento de derechos de los jóvenes no es algo fácil, representa muchos retos y no podemos obviar aquellas dificultades transversales e históricas. El racismo sigue siendo una barrera sistemática y consolidada de despojo de la vida, de los derechos y de las posibilidades de vivir en dignidad.

A pesar de lo que puede representar esta carga en el caso de Guatemala vemos a muchos jóvenes organizados en el altiplano y occidente del país. No podemos tampoco olvidar lo que representa enfrentarse a un sistema patriarcal que también institucionaliza el machismo, no podemos obviar que muchas mujeres están en la primera línea de la acción política por la demanda del reconocimiento de derechos o en la acción política de cambio social. Estas experiencias nos deberían de animar al compromiso constante a todas aquellas juventudes que desde una calidad de privilegio no vivimos todo lo descrito con anterioridad. Pero quisiera dejar claro que cuando se habla del asumir un compromiso tiene que ver con la disposición de deconstruirnos, de reaprender y entender que debemos, en algún momento, hacernos a un lado y procurar esos espacios negados históricamente.

El otro gran tema de esta reflexión tiene que ver con la politización. Es común que todas y todos tengan un rechazo a lo político y la política, que exista un estigma por la participación política a partir de la decepción de lo que vemos en el accionar de los funcionarios públicos y los partidos políticos. Esta decepción tiene múltiples justificaciones, a pesar de esto no podemos olvidar que es en el campo de la política en donde se juega justamente todas aquellas cosas que se pretenden cambiar desde la acción voluntaria. De tal cuenta, para mí es muy importante lo que las compañeras desde el feminismo han pregonado como una afirmación poderosa al decir que “lo personal es político”. Es una afirmación poderosa y que cobra sentido a la luz de entender que todo lo que pasamos y nos atraviesa como individuos, tanto en lo privado como en lo público, tiene una repercusión en lo político. Cuando a una joven o a jóvenes se les violenta, podríamos pensar que es algo personal o que se da en el ámbito de lo privado, pero se convierte en algo político en el momento en el que la persona violentada no tiene la certeza de que existe un sistema que le garantice la protección.

Somos seres políticos y desde esa idea no podemos negar que la disputa del poder también se da en el campo de lo político. Esto es importante porque las y los jóvenes que desde el trabajo voluntario atienden temas que han sido descuidados también los ubican sobre la agenda pública.

Lo que me gustaría que comprendiéramos es cómo las organizaciones de juventud, sin importar su tema o su agenda de trabajo, han asumido que todo aquello que es personal y por ende político se politice, y entender ese proceso de politización como el acto de llevar a la política y a lo político los temas y demandas que trabajan. Los derechos sexuales y reproductivos son politizados por los jóvenes, porque son ellos los que están demandando a los Estados que sean reconocidos, porque son ellos los que implementan y acompañan proyectos y acciones en torno al tema.

Los efectos del cambio climático son politizados por los jóvenes que desde sus comunidades buscan sensibilizar y concientizar a las personas para el manejo de la basura o el cuidado del agua, pero también politizan cuando buscan al alcalde o al diputado para exigir que el Estado implemente acciones que reduzcan la depredación del ecosistema y los proteja. Y así podría mencionar muchos temas como el arte, el deporte, la educación, la recreación y la misma participación que están siendo politizadas por las juventudes.

La importancia que se politice desde la acción del voluntariado es trascendental si queremos cambiar un país y una región, este proceso nos permite demandar y exigir a los gobernantes que atiendan deudas históricas que al ser resueltas contribuyen a un país y una región más estable, democrática e igualitaria. No es un proceso fácil politizar lo personal, lo colectivo y la demanda ciudadana, cada organización de jóvenes tiene un espacio distinto de disputa desde el cual le dan sentido a ese proceso de llevar al campo político las demandas por las que luchan, esto lo hacen resignificando el accionar que desmonta el patriarcado, el racismo, la exclusión, la impunidad y la corrupción.

Desde esos años de caminar y de organizarme no solamente he asistido a esos procesos importantes en los cuales las juventudes demandan y ponen en agenda pública sus sentires, sino que también he sido parte de esos procesos que hasta hoy me hacen pensar en lo valioso de la colectividad, en lo importante de la organización y lo determinante de la participación si queremos vivir en un país politizado por las juventudes. Lo que implicaría un Estado diferente que garantice que constantemente se está atendiendo lo que demanda la ciudadanía.

Estoy convencido que gracias a muchos jóvenes como los que están en Nebaj o en cualquier municipio o comunidad de nuestra región, podemos tener esperanza que con dignidad estamos cambiando realidades y transformando vidas. Gracias a estas juventudes y a su fuerza podemos tener esperanza.

El trabajo que se realiza desde el voluntariado seguirá consolidándose como un aporte vital en la vida social y política de cualquier país, y en especial de Guatemala. Las condiciones adversas podrán ser las mismas o cambiarán, pero los ánimos y el compromiso no disminuirán. Aunque existen movimientos históricos de lucha y demanda ciudadana como el movimiento campesino o el sector de mujeres, es importante comprender la urgencia de un relevo generacional, no porque sea obsoleta la demanda o el liderazgo, sino porque es urgente desmontar el estigma de la juventud. Sin necesidad de reconocimiento muchas y muchos desde el silencio de lo lejano hacen una gran labor y las plataformas establecidas tienen que ser la resonancia de esas voces.

No podemos pensarnos como juventudes sin considerar la necesidad de la colectividad y el sentirnos parte de algo más grande. Así como en Guatemala hay muchos jóvenes en disputa del poder y politizando, estoy plenamente seguro de que en los demás países centroamericanos hay jóvenes que han asumido desde su accionar voluntario la transformación social. Esto representa una posibilidad enorme de poder confluir cada vez con más jóvenes y encontrarnos en el mismo camino. Para nadie es un secreto que como región compartimos desafíos sociales y políticos similares, de ahí la gran posibilidad de aprovechar la lucha común para acuerparnos y que nadie se quede atrás.

Pensemos en las y los jóvenes de Costa Rica que desde su trabajo voluntario están contribuyendo a mantener y demandar la protección del ecosistema de su país, o en los jóvenes dominicanos que han asumido impulsar una agenda de desarrollo ganando y tomando espacios. Y en como estos dos países de Centroamérica han tenido y tienen luchas históricas que nos han permitido a algunos sentirnos más cercanos.

El sentido de la politización y de nuestros procesos organizacionales son un punto importante de partida para pensar en la Centroamérica que necesitamos tener de cara a los retos globales. Las y los jóvenes estamos construyendo nuevas narrativas y transformando las que existen, para mi esto tiene valor porque nos hace nombrar lo que necesitamos, lo que queremos y por lo que luchamos.

Las reflexiones que surgen pensando en lo vivido y visto, me permiten no negarme la posibilidad de la esperanza, del agradecimiento y de la solidaridad con los que todos los días buscan que desde el campo político se atiendan sus voces; no desperdiciemos el potencial de la fuerza voluntaria, no seamos indiferentes a lo que no nos atraviesa, aprovechemos la colectividad para desmontar ideas que lastiman, pero sobre todo mantengamos las fuerzas para seguir encontrándonos en el camino que estoy convencido nos hará en algún momento ser los funcionarios públicos que necesitamos, reducir brechas de desigualdad y llegar a la Guatemala y a la Centroamérica sin división, sin desigualdad, sin racismo, sin exclusión, sin patriarcado y con el ardor de la dignidad.

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