Mientras sostenía los remos, encontré el lugar perfecto para tener una amplia visión de mi país. Estando allí en medio de las aguas, admirando su belleza natural, los colores del Lago de Ilopango al amanecer me mostraban una faceta poco conocida, pero no desde una perspectiva común, sino, más allá de lo que se alcanzaba a ver desde la ciudad.
Firme en su humor, durante las estaciones, el lago cambia su color; sonriente en la primavera, enérgico en verano, tímido en invierno y soñoliento en otoño. Mientras que, en las mañanas reina la tranquilidad en las aguas, en las tardes su furia se hace sentir.
Así lo conocí cada madrugada, por una década. Desde muy temprano, los remeros salvadoreños, soñolientos y con ánimo nos disponíamos a romper el silencio de las aguas. Despertar al gallo antes que el gallo nos despertara, sigue siendo una rutina poco común, pero para nosotros llegaba la hora de dejar el sueño en la cama y levantarse a trabajar y hacerlo realidad.
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Entre las rutinas diarias me enamoré de mi país. El remo ha sido algo extraordinario en mi vida. No pensaba ser una atleta destacada en mi niñez, de hecho, mi único afán al igual que los jóvenes salvadoreños, había sido estudiar para sacar una carrera y poder salir adelante profesionalmente; pero al tener mi mirada puesta en el éxito, me dispuse a lograr el sueño de aquellos que están decididos a alcanzarlo.
Siendo tan joven tenía como objetivo lograr una beca en el extranjero para realizar mis estudios académicos. Sin embargo, el tiempo pasaba y mi idea de una beca de estudio permanecía en una caja dentro de mi cabeza, aun sin abrir. Aunque mis pies y cuerpo estaban en El Salvador, mis pensamientos se encontraban enfocados en lo que conllevaría conseguir el éxito profesional, estando consciente que alcanzar una meta de esa magnitud requeriría de mucho sacrificio, pero estaba dispuesta a llevarlo a cabo.
Sin tener claro dónde comenzar y con una vida hasta el momento sedentaria porque solo estaba dedicada al estudio, a los 14 años sentí la necesidad de pedirle a mi madre que me llevase a practicar un deporte. Sin saber lo que el destino y Dios tenían preparado para lo que había estado soñando los últimos años, partimos hacia el estadio “Mágico González” en donde no sabía que encontraría. Iba en búsqueda de algo nuevo para mí, en las horas donde el sol se empieza a ocultar y las lámparas iluminaban mi andar; a la distancia mire unas grandes puertas azules que me invitaron a pasar.
Leer la palabra “remo” en esos momentos parecía algo extraño y nuevo para mí. Existía un deporte de agua que no era la natación; además era diferente a cualquier otro deporte que hubiera visto. Ese día, a esa hora, tomé la decisión correcta y que le dio un giro a mi vida. Me dejé llevar por la magia que posee el remo.
Llegué de cero a una federación nacional en un deporte desconocido para mí, pero comencé a involucrarme poco a poco compitiendo con niñas de mi edad y de esta manera comenzaba a dejar de ser una persona común.
Entrenos y competencias me iban dando la experiencia para ir ascendiendo de categoría, a pesar de mi corta edad. Llegué a participar en categorías mayores, con atletas con mayor experiencia que yo. Todas las sensaciones que experimentaba con el remo significaban un reto y me convertí en una gran remera salvadoreña, a pesar de mi corta edad.
Representar a El Salvador en citas nacionales, regionales e internacionales ha sido un orgullo. Durante mis años como atleta juvenil pasé de regatas locales, compitiendo y sobrepasando a mis compañeras, hasta darme a conocer en las competencias regionales como un buen prospecto en el deporte. Los mundiales de remo, los clasificatorios a Juegos Olímpicos de la Juventud, los Panamericanos y Centroamericanos parecían ser una meta larga en mi camino, pero con el pensamiento de éxito rondando en mi cabeza, en cada etapa de desarrollo, se mantenía vivo el sueño de lograr mis objetivos.
Dentro de mi historia nunca consideré que yo fuese un talento nato en el deporte, ni que tuviera superpoderes para lograr un alto nivel en el remo, especialmente, porque nunca había practicado un deporte pero la disciplina y el mantenerme fiel a una idea lo que me permitieron llegar lo más lejos posible, haciendo algo que me gustaba y que sacó de mí una motivación diaria.
Y así, después de haber guardado en una caja dentro de mi cabeza la idea de lograr una beca en el extranjero, salió la oportunidad de alcanzarla. Gracias a tantos años dedicados al estudio y al deporte de alto rendimiento, estaba a las puertas de realizar un sueño que había tenido desde la niñez.
El esfuerzo después de tanta entrega y de muchos sacrificios personales, la disciplina después de despertar madrugadas continuas, el coraje de enfrentar algo nunca conocido como es el remo, la motivación que me impulsaba a dar más de mí cada día fueron los principales motivadores de estar un paso más cerca de llegar a mi meta.
La invitación llegó a mis manos un día y la oportunidad de estudiar en el extranjero estaba ya transformándose en una realidad. Mis logros personales en el remo se unirían al sueño de estudiar. Una universidad de los Estados Unidos me invitó a formar parte de su equipo de remo y a cubrir todos los gastos de mis estudios.
Estudiaba Relaciones Internacionales en una universidad salvadoreña y entrenaba a diario, me desplazaba en el transporte público muchas veces para lograr ambas actividades. Llevar ambas cosas hacían mis días cortos y lograr de manera extraordinaria todos mis cometidos era una hazaña. Todo me había llevado al escenario perfecto, el remo con sus inherentes características era capaz de construir atletas de éxito.
El remo es un deporte loable, que reúne a atletas de fortalezas excepcionales de todas partes del mundo en eventos de renombre como los Juegos Olímpicos. Gracias a su espíritu aficionado y una gran fraternidad entre sus miembros, a cada atleta le ha enseñado lecciones de vida, por lo que, es certero decir que un remero sabe lo que es pasar tempestades y luchar contra viento y marea, lo cual se construye a través de muchas batallas y dejar el miedo atrás.
En todo deporte y disciplina la condición física es importante, pero es el trabajo integral, lo que transforma el entrenamiento. La capacidad de afrontar la vida diaria se vuelve un hábito, y se convierte en un diario vivir.
El remo en El Salvador, a pesar de su corta trayectoria, ha logrado éxitos internacionales desde su fundación en el país. Sin embargo, sigue pasando muchas veces como desapercibido ante los ojos de la población. Aun así, su legado y entrega a la nación siguen siendo importantes para las generaciones que se conectan con el deporte.
Fue fundado por un sueño salvadoreño. El Ingeniero Eduardo Palomo, quien ahora funge como presidente del Comité Olímpico de El Salvador, fue el artífice principal en la fundación del remo en el país. Siendo una persona deportista en sus años de universitario, una lesión lo llevó a ir en búsqueda de un deporte nuevo, en el estado de Mississippi, EE. UU.
El remo se presentó ante él y no dudó en comenzar a practicarlo por igual. Se formó en los años que estuvo ahí y después de un tiempo Guatemala le abrió puertas en ese deporte para poder continuar practicando. En 1992 el ingeniero Palomo estando ya formado y después de haber conseguido lo necesario para darle la oportunidad a El Salvador de tener su propio equipo de remo, gracias a su iniciativa y la de otros miembros, fundó la Federación Nacional de Remo (FEDEREMO).
En el terreno de los sueños, se construyen los planos y en la tierra de los vencedores es donde se ejecutan. Y así fue cómo el remo tomó forma en El Salvador. Gracias a la visión que tuvo el ingeniero Palomo para el país junto a el apoyo de los demás fundadores. Los años posteriores hicieron que la cosecha del remo en el país rindiera frutos desde muy temprano, participando regionalmente en Juegos Centroamericanos, Juegos Centroamericanos y del Caribe y Juegos Panamericanos.
Palomo, nuevamente a la vanguardia del deporte, fungió como consultor para la Federación Internacional de Remo para las Américas (FISA), por sus siglas en francés. Con lo cual ayudó a que no solo Guatemala y El Salvador tuvieran remo, sino también, ayudó a la expansión de este en países como Honduras y Nicaragua, haciéndolos participes de esta hazaña.
FISA sigue siendo un ente rector del remo en la región, ayudando en los últimos años a Costa Rica, Panamá y muchos otros países en el Caribe, los cuales ya tienen participación competitiva en diferentes citas gracias a la gestión de Osvaldo Borchi, ex remero uruguayo y entrenador de múltiples selecciones nacionales en toda Latinoamérica, quien ahora funge como director del programa de desarrollo de FISA para las Américas.
Centroamérica y el Caribe, debido a sus inherentes características geográficas, no han pasado desapercibidas para FISA y es una de las regiones más prometedoras en ese sentido, ya que, según Borchi, lo primero que la organización busca son aquellos países en los que el remo se ha desarrollado “de manera autóctona para la pesca o transportación misma”. Estas, junto con las condiciones necesarias y los factores culturales, han sido perfectas para la ejecución del remo olímpico (aguas planas) y el remo costal (aguas abiertas) y han convertido a Centroamérica un lugar referente para construir e impulsar el deporte.
La Federación de Remo de El Salvador, como lo ha venido demostrando desde su fundación, ha reafirmado su compromiso de ayudar a la expansión y desarrollo del remo en Centroamérica y ha sido el anfitrión por excelencia de los campamentos de desarrollo de FISA para Centroamérica y el Caribe, albergando a entrenadores y atletas novatos como olímpicos quienes han contribuido en la labor de capacitación.
La moraleja de esta historia no solo se trata de mí o de lo que el remo es, sino que los sueños al transformarse en acciones, crea realidades alternas y a su vez, nuevas oportunidades a la juventud naciente. Gracias al sueño y visión de estas personas, el remo en la región ha llegado a muchas más personas de lo esperado. Y gracias a esta labor y entrega he tenido la oportunidad de desarrollarme como atleta y como persona, pero no he sido la única en el país.
Un gran exponente del remo salvadoreño, Roberto Carlos López, quien, junto con Camila Vargas, han sido los únicos atletas en la región clasificados a unos Juegos Olímpicos (Londres 2012). Él, al igual que yo, también tuvo un encuentro grato e inesperado con el remo. Su historia comenzó en un programa de reclutamiento de atletas en el departamento de Santa Ana, el que lo motivó a participar en el remo a la edad de trece (13) años. Él menciona que; “El remo ha sido una experiencia transformadora [para él] desde sus inicios”. Naciendo en el seno de una familia trabajadora y con una trayectoria deportiva y estando él familiarizado con la idea que el trabajo duro es una pieza clave para lograr grandes metas, no dudó en perseguirlas con coraje cuando la oportunidad de ser atleta vino ante él.
Durante sus años de atleta, el trabajo de equipo entre sus entrenadores y compañeros, sumado al apoyo de su familia, amigos, y todas las personas que le tendieron la mano hizo que lograra forjar valores que ahora como entrenador aplica con sus atletas, y se han vuelto un pilar de su enseñanza.
“El objetivo no es ser un buen deportista si no, también ser un buen ciudadano y un ejemplo para más jóvenes. Esto se logra con pequeñas actividades donde se comparten experiencias y valores y a disfrutar lo que se hace en cada entrenamiento, a lo cual yo llamo: aprendiendo a entrenar con el corazón.” relata López
El Salvador ha tenido grandes hitos históricos en muchas disciplinas deportivas que se han desarrollado a partir del aporte que todos los deportistas salvadoreños hemos logrado, aunque no todo es color de rosas, el desarrollo del remo en la región ha seguido su camino a pesar de los retos que conlleva y los desafíos presentados en los últimos años debido a la falta de cultura deportiva en el país.
“En El Salvador, no hay una cultura de práctica de deportes náuticos, más bien existe un rechazo, hay una falta [latente] de su desarrollo y promoción” comenta el Ingeniero Palomo acerca de la situación del remo en relación con otros deportes. Esta realidad, ha hecho muy difícil que el remo tenga un alcance más amplio en la región para poder darlo a conocer masivamente, sobre todo en nuestro país.
Durante mi experiencia como remera pude constatar que muchos jóvenes al igual que yo, han visto con optimismo su futuro deportivo y con grandes aspiraciones, pero muchos de ellos se han alejado de sus sueños por lo complejo que es llevar el deporte y el estudio de la mano, ya que esta tarea requiere de mucha disciplina y apoyo, lo cual el mismo sistema educativo se ha encargado de limitar.
En un sistema en el que el deporte en general se ve minimizado, practicarlo se vuelve un lujo. Mientras la sociedad no apoye el florecimiento y el sano esparcimiento del deporte, se vuelve en una lucha de unos pocos en contra de un sistema que no lo deja crecer.
¿Está El Salvador y la región preparados para poder alcanzar una generación de jóvenes comprometidos a cambiar el mundo a través del deporte? Es un reto, que necesita más allá de los jóvenes, sino un cambio social radical que valore la cultura deportiva.
Se trata de dejar que nuestros niños puedan probar el sabor de la disciplina deportiva apoyándolos desde el rol que desempeñamos. Se trata de que los padres, maestros, entrenadores, gobernadores y ciudadanos de nuestra generación demandemos lo que la siguiente generación necesita.
Los jóvenes de ahora somos los que llevaremos a la juventud del mañana a ser una sociedad que brinde oportunidades y sea capaz de construir ciudadanos que cambien y mejoren El Salvador desde una comunidad, una ciudad, un país, hasta toda nuestra región. Ser ese cambio que tanto anhelamos tener para Centroamérica está en nosotros, es el reto para la región que viene.