Ciudades sostenibles para los jóvenes centroamericanos

30/07/2022
María Elena Salgado
Nicaragüense. Ingeniera ambiental, investigadora, activista y líder juvenil.

Desde hace cinco años, el mundo tomó conciencia de las repercusiones que estaba teniendo y tendría a largo plazo el estilo de vida extractivista que la humanidad adoptó, y analizaron también que era importante alcanzar un equilibrio entre los aspectos sociales, económicos y ambientales para emprender un nuevo camino hacia un futuro más esperanzador. A raíz de ello, se crea la Agenda 2030 y se definen diecisiete objetivos globales, en teoría, diseñados para poder lograr ese balance (Naciones Unidas Nicaragua, 2020). A pesar de que aún quedan diez años antes de verse culminado el tiempo para alcanzar estas metas, el panorama nos llama a repensar sobre los mecanismos de acción que hemos implementado.

En 2018, el expresidente de Guatemala y Secretario General del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), Vinicio Cerezo, hacía hincapié en que para lograr superar los retos que tenemos como región “se deben pasar de enfoques de desarrollo centrados en las acciones gubernamentales intersectoriales a enfoques de desarrollo basados en toda la sociedad, visibilizando y empoderando a actores sociales, culturales, académicos y privados en pos de un desarrollo integral y sostenible” (SICA, 2018). Estas palabras cobraron mayor sentido para mí en los años venideros y me condujeron a pensar en quiénes son esos actores claves de la sociedad que se están dejando atrás; sin darme cuenta que los tenía a mi alrededor.

En mi formación académica como ingeniera ambiental fui comprendiendo la interrelación que existía entre el quehacer de mi profesión y el ámbito social. Este primer acercamiento nace en el inicio de mis estudios universitarios, incentivado por el espíritu investigativo de mis compañeras de clase y propio, que nos llevó hacia una comunidad llamada Los Madroños, ubicada en el corredor seco centroamericano, en donde, además de tener problemas serios de sequía y acceso a agua segura, tenían indicios de contaminación por arsénico. A priori, la investigación era de carácter técnico; no obstante, al interactuar con los comunitarios fuimos conociendo que había factores sociales ligados a sus problemáticas, por ejemplo, que la tarea de la recolección de agua recaía únicamente en mujeres, niñas y niños, o que también tenían dificultades para acceder a atención médica de calidad, y en muchas ocasiones sus enfermedades no eran tratadas a tiempo ni se conocía el origen. A lo largo de los años, me di cuenta que estas problemáticas se repetían en muchas zonas del país y que era necesaria una pronta acción.

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Percibir las múltiples carencias que existían, tanto en zonas rurales como urbanas, me llevó a buscar espacios en los cuales podría aportar desde mis conocimientos; esto lo encontré en los voluntariados. En ese momento me di cuenta de la notoria participación ejercida por los jóvenes, mayormente pertenecientes a universidades de áreas urbanas, y el aporte invaluable que estaban haciendo desde estos movimientos para contribuir al desarrollo sostenible de nuestro país, pero también analicé que su participación en estos espacios estaba relacionada a condiciones favorables a la que muchos otros jóvenes no tienen acceso.

Un estudio realizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, reveló que tres de cada diez adolescentes y jóvenes nicaragüenses consideran que organizarse es la mejor forma de enfrentar los problemas de su comunidad, pero a su vez la educación amplía sus oportunidades de participar en acciones colectivas, y que al estar privados de este derecho se ven limitadas sus opciones para aportar y se van sintiendo excluidos [PNUD, 2011).

Si bien actualmente se persigue un enfoque basado en soluciones, en nuestra región el avance hacia el nuevo modelo de desarrollo ha sido paulatino, poco visible y segregado, por lo que es importante escudriñar en las raíces de este desfase. Una de las principales causas radica en los modelos de educación vigentes; Rodríguez y García (2009) afirman que junto con algunas propuestas más modernas que recogen ideas como desarrollo sostenible y cambio social, coexisten los modelos ambientalistas más centrados en la descripción de la naturaleza o de los problemas ambientales, que en la comprensión de sus causas y en la capacitación para la acción; también denotan que el actual sistema de educación, en vez de perseguir una visión global de los problemas del mundo que permita una aproximación autónoma y crítica, tanto individual como colectiva, estimula la formación de ciudadanos con las conductas adecuadas según la sociedad, de forma que participen en la gestión de los problemas y en el mercado, más como productores sumisos y como consumidores de normas y de bienes, que como agentes activos del cambio social.

Otro de los factores que pude percibir, es la influencia de los contextos sociales, políticos y económicos del país en la participación juvenil. Las exclusiones sociales tienen influencias recíprocas; de la misma forma en la que la educación impacta en la pobreza o bienestar, así se ven reflejados los niveles de involucramiento, viéndose aumentada la participación en cuanto las necesidades básicas de los jóvenes se vean suplidas (PNUD , 2011). Esto impacta de dos maneras; primero, los jóvenes que poseen carencias están más enfocados en suplirlas y, segundo, no poder pertenecer a espacios de socialización, como centros de estudio o trabajo, disminuye las oportunidades de conocer sobre acciones colectivas, y vuelve nula la posibilidad de adquirir motivación de parte de sus pares que se encuentran incidiendo en la sociedad.

Así mismo, en algunos países de la región, sobre todo bajo contextos sociopolíticos complicados, las formas de organización juvenil, de cualquier tipo, han sido criminalizadas. Este tipo de supresión de las libertades, sumada a los factores económicos mencionados, además de coartar los espacios de incidencia, ocasionan el fenómeno denominado “fuga de cerebros”.

Una investigación de Luchilo (2019) establece que aunque la correlación entre autoritarismo y emigración calificada no siempre es fácil de establecer, históricamente se ha visto esta influencia, como el contexto de violencia, la crisis económica y la represión indiscriminada en varios países centroamericanos

—sobre todo a principios de la década de 1980— tuvo un fuerte impacto en el éxodo de medios intelectuales y profesionales. Desde 2018, en Nicaragua estamos viviendo la cuarta oleada migratoria, parecida a la de los años 80, y solo en Costa Rica se contabilizaba casi un 64% de jóvenes nicaragüenses exiliados (Servicio Jesuita a Migrantes, 2018; Fundación Arias para la paz y el progreso humano, 2018)

Después de analizar estos factores, quiero comenzar con la parte central de este artículo, que es visualizar una nueva ventana hacia la región que la juventud quiere construir. La denominación de “Ciudades Sostenibles para los jóvenes en Centroamérica” nace de la idea de crear un ambiente propicio que integre los elementos que se han relegado, y comenzar a vislumbrar la sostenibilidad como el crecimiento escalado, desde los pequeños núcleos juveniles de cada ciudad, hasta niveles macros como región centroamericana. Pero, sobre todo, es importante crear las plataformas para que los jóvenes que ya están organizados puedan impulsar sus iniciativas técnicamente hacia niveles de ejecución apoyados por diversas entidades fundamentales de cada ciudad, y que el relevo generacional se encamine a continuar estas líneas de acción.

Es oportuno dirigirme a las generaciones previas a la nuestra, que seguramente leerán este artículo en busca de una comprensión de nuestro pensar. Su apoyo y acompañamiento es importante para lograr un aprendizaje transgeneracional; es decir, sus experiencias nos ayudarán a encaminar nuestras propuestas, pero sobre todo su apertura a escucharnos logrará ese cambio de paradigma que se tiene en cuanto a que la capacidad de transformación de los jóvenes se ve menguada por su corta vivencia.

Para sustentar el planteamiento de este artículo, que es construir una propuesta, reuní las opiniones de más de 100 jóvenes pertenecientes a Nicaragua, Guatemala, Costa Rica, Honduras y Panamá a través de una encuesta. En primer lugar, quise saber cuáles eran los niveles actuales de participación juvenil y como resultado obtuve que un 28% de los jóvenes pertenece a voluntariados y organizaciones ambientales, pero que el involucramiento de los demás encuestados se ve reflejado en otro tipo de ejes, en los que destacaron; causas sociales, política, derechos humanos y diversidad sexual.

Una de las razones por las que creo que el involucramiento de los jóvenes es más amplio, se debe a que están comenzando a asumir su papel en la sociedad y reconociendo el aporte valioso que tiene, lo pude comprobar puesto que el 88% de los encuestados consideran que la juventud es un actor clave en el alcance de los objetivos de la Agenda 2030. Sin embargo, un 60% cree que no es capaz actualmente de ejercer ese papel porque no tiene los medios a su disposición y el 63% afirma que no hay o no conoce mecanismos en sus ciudades que les incentiven a ser parte del actuar por el desarrollo sostenible.

El Gobierno y la sociedad civil, con un 60 % y 15% respectivamente, figuraron como los principales responsables de ejecutar acciones que promuevan el involucramiento de la juventud. Ante esto, la motivación de los jóvenes por pertenecer a diversos espacios de activismo, su aceptación como agentes potenciales de cambio y la demanda de inclusión hacia organizaciones gubernamentales y de la sociedad civil, debe ser el aliciente de dichas entidades para comenzar a incluir a este sector de la población en sus proyectos; no solo como beneficiarios, sino también como actores de ejecución que puedan aportar con sus capacidades profesionales e ideales. Algo que también quiero destacar es la promoción de dinámicas horizontales cuando se creen este tipo de trabajos en equipo, tratando de cambiar la tradicional imposición de agendas basadas en la perspectiva adulta, por agendas construidas en conjunto y que integren metodologías más participativas que alimenten un intercambio de ideas entre ambas generaciones.

Otro de los principales fuertes de nuestra generación es la conciencia de nuestro entorno y la vinculación que sentimos con lo que sucede. La encuesta mostró que un 63% de los jóvenes consultados se informan con regularidad de las situaciones ambientales en su país y comunidad, y un 79% avaló sentir vinculación por ello. Estos resultandos deben ser el motor para que en las instituciones educacionales y academias se promueva la ciencia, innovación y tecnología aplicada a la solución de problemáticas del entorno, ya que investigaciones como la de Poma (2019) sugieren que el vínculo afectivo entre los seres humanos y el territorio que habitan, a nivel local, y con el planeta a nivel global, ha sido vinculado con la percepción y respuesta al cambio climático, y con la movilización en defensa del territorio. Una de las experiencias que quiero enfatizar son las realizadas en mi ciudad (Managua) por la Universidad Centroamericana, la cual, a través de actividades como rally de innovación, pretende formar en los jóvenes capacidades para idear y diseñar propuestas para las diversas problemáticas del país, incluyendo las ambientales.

Vemos como uno de los elementos claves para cambiar nuestra realidad se inicia por la educación, y eso fue también percibido por los jóvenes consultados, quienes destacaron que es necesario invertir más en una educación de calidad y que el enfoque ambiental debe verse como prioridad y, a su vez, deben crearse sitios y recursos que nos permitan formarnos autodidácticamente como bibliotecas, museos de historia natural, grupos de debate, zonas verdes en la ciudad, mayor acceso a tecnologías digitales y espacios de activismo social diversos. La efectividad de estos mecanismos la he podido observar en otra iniciativa que existe en mi país, impulsada por una organización juvenil llamada Movimiento Puente, quienes a través de grupos de debate discuten temas de interés mundial (ambientales y sociales) a partir de la proyección de cortometrajes. El aprovechamiento de estas tecnologías ha logrado más interés por parte de los jóvenes para participar en estos espacios, ha permitido que comiencen a visualizar desde corta edad diferentes realidades y ha formado su sentido crítico y propositivo.

A medida se vayan solucionando diversas problemáticas surgirán otros asuntos que también requerirán atención, por lo que es necesario implementar mecanismos de consulta sobre las necesidades de la juventud, y esto debe ser impulsado desde los gobiernos locales. Considerando que el 35% de la población en la región centroamericana tiene menos de 35 años (SICA, 2020), y que este bono demográfico es considerable, los gobiernos deben comenzar a percibir a la juventud como un aliado estratégico para la transformación de una nueva nación, y que la implementación de los requerimientos hechos por ellos es una inversión que tendrá como resultado jóvenes capaces que se queden en sus ciudades para poder aportar al desarrollo sostenible con más y mejores herramientas.

Los jóvenes esperan un mayor acercamiento con este sector de parte de los tomadores de decisión. Otro de los aspectos que indagué es qué esperamos a futuro en nuestro país y sin lugar a dudas, creemos que el establecimiento de ciudades más justas, transparentes y democráticas, en donde las leyes sean cumplidas con imparcialidad, se vele por la protección del medioambiente, haya libertad de expresión y cooperación entre los países de la región para que las oportunidades de crecimiento sean más equitativas para todos y todas.

Pero los jóvenes no hemos asignado esas responsabilidades solo a los gobiernos, sino que también hemos empezado a visualizar el desarrollo sostenible a niveles de región. Uno de los espacios que para mí ha materializado la necesidad de una integración regional juvenil, ha sido la Red de Jóvenes por el Agua Centroamérica, la cual desde 2016 decidió confiar a la juventud la tarea de impulsadores de la gestión integral de los recursos hídricos. Con este tipo de trabajo en redes, sobre todo en contexto de pandemia, donde se necesita más que nunca la solidaridad y empatía, nos hemos dado cuenta que las dinámicas de intercambio y retroalimentación son más enriquecedoras, y que además estas relaciones pueden desencadenar nuevas herramientas, valores y conocimientos que trascienden las fronteras. A esto apostamos, a trabajar unidos para afrontar retos pasados, presentes y futuros.

Para finalizar, quiero dirigirme a los miles y miles de jóvenes a quienes llegará este libro. Si bien ha sido un camino muy difícil y en algunas ocasiones queremos explorar otras oportunidades fuera de la región, quiero incentivarlos a que desde sus voluntariados, organizaciones y movimientos sigan creyendo en nuestro trabajo, y a estar conscientes que todos nuestros aportes están sumando para alcanzar el cambio que deseamos y necesitamos. De nuestro esfuerzo, constancia y dedicación dependerá la construcción de la región que viene.

Referencias:

Fundación Arias para la paz y el progreso humano. (2018). De la represión al exilio. Obtenido de https://arias.or.cr/wp-content/uploads/2019/05/1De_la_ represion_al_exilio_vercompleta.pdf

Luchilo, L. (2019). Migraciones de científicos e ingenieros latinoamericanos: fuga de cerebros, exilio y globalización. En F. Carolina, Claves del desarrollo científicos y tecnológico de América Latina (págs. 37-80). Madrid: Siglo XXI.

Naciones Unidas Nicaragua. (2020). Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Obtenido de http://onu.org.ni/objetivos-de-desarrollo-sostenible-ods/

Poma, A. (2019). Cambio climático y y activismo ambiental: el papel de los apegos al lugar. Revista de Ciencias Sociales, XIII(46), 212-237.

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. (2011). Juventudes protagonistas del desarrollo humano. En Informa Nacional sobre Desarrollo Humano 2011 (págs. 173-195). Managua: EDITARTE.

Rodríguez, F., & García, E. (2009). El activismo que no cesa. Obstáculos para incorporar la metodología didáctica basada en la investigación del alumno a la práctica de la Educación Ambiental. Investigación en la Escuela, 23-36.

Servicio Jesuita a Migrantes. (2018). Migración en el contexto de crisis sociopolítica y violación de los derechos humanos en Nicaragua. Managua: Servicio Jesuita a Migrantes- Nicaragua.

Sistema de Integración Centroamericana. (2018). La Agenda 2030 en la región SICA. Obtenido de https://www.sica.int/busqueda/busqueda_archivo.as px?Archivo=dis1_118621_1_27062019.pdf

Sistema de Integración Centroamericana. (2020). SICA Joven. Obtenido de https://www.sica.int/iniciativas/sicajoven

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