Jorge García
Hondureño. Garífuna. Artista, músico y danzarín.

Como patrimonio inmaterial de la humanidad; declarada así por la UNESCO en el año 2001, los gaífuna o “caribes negros” son de origen y lengua Arawak, nacidos de la mezcla de los Igneri (Arawakos) que habitaban las Islas de San Vicente (Yuruméin), Dominica, y de los Kallinagu (o Caribe) de la Guyana Caribe o Galibi, cuya lengua era de la familia Kallina; posteriormente, palabras de las lenguas del francés, inglés, español.

La cultura garífuna subsiste hoy en día, más fuerte que nunca trascendiendo fronteras. Actualmente, habitan en la costa atlántica de Belize seis comunidades garínagu; en Guatemala vive una comunidad garínagu; en Honduras hay treinta y seis comunidades y diez asentamientos; y tres en Nicaragua

A finales del siglo XVII, la presencia de la cultura garífuna en estos países se relaciona a una serie de naufragios de los traficantes y esclavistas de africanos, que los transportaban desde la Isla de San Vicente, a la isla desierta de Vekia y Valisíaux como prisioneros de guerra. Estos acontecimientos, a su vez, coincidieron con la fuga de esclavos africanos desde Barbados hacia las Islas de San Vicente y Dominica. Allí se relacionaron parcialmente con los Caribes, de quienes aprendieron su lenguaje y adoptaron sus costumbres. De esta mezcla surge lo que hoy se conoce como; comunidad Gaínagu, de la que deriva el Gaífuna, un hecho sin precedente que puso a nuestra cultura en el mapa del mundo.

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A través de mi experiencia como músico, artista y gestor cultural garífuna, compartiré reflexiones sobre cómo el rescate de tantas tradiciones culturales de la región centroamericana son un elemento fundamental para mantener viva a nuestra sociedad.

“Solo cuando creamos, somos”, fueron siempre las palabras de mi padre quien, en vida, me inculcó el amor por la música de mis ancestros. La música para mí tiene el poder dar a conocer las injusticias y, a su vez, de unir a las personas por sobre todas las cosas. Es un fenómeno creativo que nos comunica derribando barreras como el idioma, la política y las fronteras.

En el caso de la música garífuna, esta se mantiene en resistencia. En el año 90, el artista nacional Pilo Tejeda se presentó en el Festival Internacional Viña del Mar, escenario de categoría mundial, con la canción Sopa de Caracol, tema musical compuesto por el artista garífuna Chico Ramos, creador y compositor del tema oficial (WATA NEGÜE CONG SOUP).

El éxito de esa canción catapultó la música garífuna en Iberoamérica, a pesar de que la composición estuvo rodeada por el escándalo de una demanda por plagio en contra del señor Tejada, a quién se le atribuía la autoría. Tristemente, en la actualidad, en Honduras y muchas partes del mundo se sigue creyendo que ese estilo está directamente ligado o es lo mismo que la danza ritual (Bangüídi) y que la “punta”, pero es un estilo, basado en el calipso tradicional y es ejecutado con la participación de tambores garífuna con un tinte garífuna que más tarde se denominó “punta rock” y su pionero fue el Belizeño Chico Ramos.

Luego de aquella participación han sido muchas las bandas musicales que han querido adoptar el estilo de punta rock como la música garífuna, entre las que podemos mencionar bandas populares como las que tuvieron éxito usando de referencia la cultura y música garífuna; Banda Blanca, Gatos Bravos, Silbver Star, Los Roland de ceiba, garífuna kïds entre otras, que no alcanzaron el color ni sabor preciso como lo fue y lo sigue siendo el caso de los Belizeños.

No obstante, es importante destacar que fue a partir de ese momento que la música garífuna se instaló en la mente del hondureño como una señal de identidad nacional, aunque hoy no somos tomados como tal, somos la cultura garífuna, la más fina marca de representación ante los ojos del mundo, somos los que le damos vida, color, alegría y esperanza a este país, aunque no aparezcamos en la historia de independencia de Honduras.

Si bien los artistas garífunas pagamos impuestos, nunca logramos beneficios y tampoco vendemos miles y millones de discos. Parece una contradicción que mientras la música garífuna se mantiene entre los primeros lugares, los encargados de producirla aún no dan el paso. Y ahora, existen en las comunidades pequeños grupos de jóvenes que amenizan eventos, generalmente patronales, que sirven de entretenimiento, incorporando el bajo, el piano, y otros instrumentos que se encuentren al alcance para cierto público que es poco discernible por su gran velocidad de ambientes divertidos, pero no culturales, por lo que generalmente bandas como estas, contradicen los estatutos culturales de la cosmología garífuna y de ninguna manera se puede tomar como referencia cultural, ni educativa, si no, como un pasatiempo de cierto público en sus momentos de parrandas y alcohol.

El posicionamiento de esta tradición musical hondureña se ve empañado por el papel que han jugado los medios de comunicación que hacen ver a los representantes de este género tradicional como joyas para turistas, pero no como digna y valiosa representación cultural de este país que poco a poco, pierde elementos culturales. Ni siquiera en las aulas se profundiza sobre el significado de una cultura milenaria que ha hecho y sigue dando aportes.

Esto provoca que los jóvenes consigan sumergirse en la vil ignorancia e imiten las malas prácticas y, hasta en redes sociales se publica información de personas que creen de manera errónea conocer la esencia cosmológica de nuestro acervo ancestral garífuna. Tristemente, el desconocimiento de la riqueza cultural provoca que la sociedad no otorgue el respeto y valor ancestral a las danzas garífunas.

En la actualidad, en los clubes de danzas patronales dirigidos por señoras mayores o las madronas de las enseñanzas culturales, podemos aprender sobre nuestro legado cultural; sin embargo, se desconocen muchos ritmos y estilos; es triste observar a percusionistas, conocidos popularmente como tamboristas, que no alcanzan el nivel de los músicos tradicionales porque tocan con ligereza, que no entienden los momentos musicales, ni los cantos, desconocen casi en su totalidad los elementos que le dan vida a nuestro legado cultural, porque consumen lo que los medios de desinformación les muestran, perdiéndose en lo banal y olvidando nuestra música.

Las personas lamentablemente no saben dónde buscar un tutor o maestro que les ayude a conocer de manera efectiva y pedagógica las maneras de aprender y ejecutar los múltiples ritmos garífuna; además, hay mucha confusión porque también existen varias bandas y agrupaciones que dicen y creen estar haciendo música fusión con los ritmos garífuna, pero desconocen en su totalidad los elementos de la riqueza cultural, por lo que también al desconocer confunden.

Presento el ejemplo hondureño como una oportunidad para la reflexión en toda la región. La música forma parte de Centroamérica y está presente en sus cantos tradicionales, cantos de carácter cosmológico que hablan de su historia. Cuando no rescatas tradiciones, cuando pierdes tu principio cultural, simplemente eres como un alma que dejó un cuerpo y adoptas otras culturas como propias, dejas de ser tú, abandonas tu esencia. Si Centroamérica se desliga de su esencia no podrá avanzar en su desarrollo.

Es urgente que los gobiernos de la región dediquen esfuerzos y recursos para mantener vivas las tradiciones. Solo por mencionar un ejemplo, si hablamos de cada uno de los lugares turísticos de la región, podemos observar que tienen un altísimo porcentaje de riqueza cultural, son pueblos con historia, lenguas y tradiciones de altísimo valor y como patrimonios deberían ser explotados de otra manera. Este es un potencial que la región está dando la espalda.

Centroamérica debe trabajar en la investigación de sus tradiciones. Además, si analizamos el potencial del rescate de las tradiciones se puede apreciar que permitiría alejar a muchos jóvenes de la violencia que tanto aqueja a nuestra región. Los patrimonios culturales están lejos de la violencia y de la farsa.

Las comunidades merecen ser formadas en su patrimonio, debe divulgarse de manera correcta. Por esta razón me di a la tarea de la investigación de mi propia madre cultura garífuna para compartir con el mundo, a través de nuestra organización y la creación de una metodología para el aprendizaje y la enseñanza de nuestro arte música y dancístico ancestral garífuna. Una idea que puede ser replicada en otros países centroamericanos.

En mi búsqueda encontré una visión local e internacional del Tambor Negro Honduras lo que empezó por una propuesta dancística que llevaba por nombre: El Tambor en Movimiento y se dedicó solamente a la danza afrocontemporánea sobre bases de ritmos y bailes garífunas; con el tiempo se fue transformando en una organización artístico-cultural, formativa y educativa basada en el arte del pueblo garífuna; que estimula, incentiva e innova el arte hondureño y que contribuye a la expansión de saberes conceptuales, procedimentales y actitudinales donde se transmiten conocimientos que respondan a la pertinencia e impacto, en beneficio del desarrollo humano, su entorno y el medioambiente.

El nombre Tambor Negro Honduras o en garífuna GARAWN URITI demuestra la fuerza espiritual de la cultura garífuna en esencia, sus ritmos que contagian a todo aquel que disfrute del arte. Somos una propuesta artística inédita, de origen étnico cultural (canto en lengua francófona, música y danza experimental) con el cual buscamos la conservación de la cultura (afrogarífuna), con un enfoque moderno, manteniendo sus raíces, pero agregando técnica musical jazz, funk y pop, llevando de la mano la ciencia y la sabiduría de nuestra etnia garífuna e investigativa para su difusión.

Nuestro espectáculo artístico latinoamericano para el mundo brinda la música y la sabiduría del pueblo de vanguardia, por lo que en nuestra música fusión usamos varios ritmos tradicionales de los que podemos mencionar DüGü, Hüngü-Hüngü (“fedú”), Esederehaní (“parranda”), Sabayóu, Huchélu, Wanágawa

= Yancunu (“mascaro”), Sambay, Shumba, Gunshey, Maipol (palo de mayo), entre otras más que aun sigo investigando y de los que ni siquiera saben muchos jóvenes ni se escuchan en la actualidad.

En este recorrido es oportuno reconocer a los exponentes de las artes y la cultura Garínagu como Aurelio Martínez, artista hondureño que ha llevado en alto fuera de las fronteras el nombre y la cultura garífuna. También no se puede dejar de mencionar a Andy Palacios de Belize y también a Guillermo Anderson quien ha demostrado valoración, respeto y homenaje a la cultura garífuna y aunque no sea un garífuna la honra aun en su santa eternidad. Chichima Sosa también ha dejado el nombre de Honduras muy alto, Paul Nabor y Mohubob Flores de Belize, así como Jorge García también han sido dignos exponentes de la cultura garífuna.

La comunidad garífuna ha emigrado al mundo entero, y seguimos dejando y compartiendo nuestro legado, a pesar de grandes y pesadas cargas de lo que denomino vulgarización en los medios de comunicación, las redes sociales, sitios web y personas que desconocen nuestros principios cosmológicos y morales de nuestro acervo cultural. Sin embargo, nosotros continuamos resistiendo, dándole vida al arte y a la cultura. Actualmente, contamos con sociedad garífuna preparada académicamente en Nueva York, Los Ángeles, Londres, España e Italia; muy pocos en Suramérica.

Me da mucha tristeza ver cómo la región desconoce su propia riqueza cultural, adoptando elementos culturales que nos desligan de la verdadera realidad. Nuestra región debe desarrollar una metodología de rescate y educación de sus tradiciones. El punto de vista cultural es fundamental, de no tomarlo en cuenta seguiremos pequeños y malinterpretando a la sociedad y a nuestra propia realidad. Debemos volver a todos aquellos elementos que nos hacen parte de algo, que nos caracterizan como centroamericanos. Es momento de actuar, no sigamos sintiéndonos extraños en nuestra propia casa.

En este recorrido es oportuno reconocer a los exponentes de las artes y la cultura Garínagu como Aurelio Martínez, artista hondureño que ha llevado en alto fuera de las fronteras el nombre y la cultura garífuna. También no se puede dejar de mencionar a Andy Palacios de la República de Belize y también a Guillermo Anderson quien ha demostrado valoración, respeto y homenaje a la cultura garífuna y aunque no sea un garífuna la honra aun en su santa eternidad. Chichima Sosa también ha dejado el nombre de Honduras muy alto, Paul Nabor y Mohubob Flores del Estado de Belize, así como Jorge García también han sido dignos exponentes de la cultura garífuna.

Referencias:

Centeno, S. (s.f.). Historia del pueblo negro caribe y su llegada a las hibueras el 12 de abril de 1797. Tegucigalpa.

De Andrade, R. (2007). Los negros caribes de Honduras. Tegucigalpa: Guaymuras.

Sebastian-Robiou-Lamarche (2016) Tainos and Caribs, Antillean aboriginal cultures.

Rafael Murillo Selva (Louvabagu, El otro lado lejano) 1980 obra de teatro desarrollada con la comunidad de Guadalupe

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