Ciudades sostenibles como motores de inclusión social, reactivación económica y regeneración verde para Centroamérica

01/08/2022
Andrea San Gil León
Costarricense. Consultora internacional y activista por ciudades sostenibles e inclusivas.

Si me piden pensar en el futuro de mi país, de la región o del mundo, no puedo evitar enfocarme en sus ciudades. Pensar en nuestras ciudades importa e importa muchísimo. Actualmente, el 56.2% de la población del mundo vive en ciudades. Este número es incluso más alto en Latinoamérica, donde el 84.7% de su población vive en ciudades (ONU Hábitat, 2020). En Centroamérica casi 30 millones de personas viven en ciudades y zonas urbanas (aproximadamente 59% de la población de la región), y este porcentaje crece año con año. En algunos países como Costa Rica y Guatemala, la población urbana ha crecido un 9% en la última década, llegando a ser hasta un 80% del total de la población en Costa Rica y un 57.7% en Guatemala (Banco Mundial, 2019). Esto hace que Centroamérica sea la segunda región de más rápida urbanización en el mundo, después de África.

Las ciudades son motores de desarrollo económico, producción y fuentes de oportunidad para millones de personas. En Centroamérica, los centros urbanos generan más del 78% del PIB regional. En Costa Rica y Panamá, el porcentaje del PIB generado por las zonas urbanas alcanza incluso el 84% (Banco Mundial, 2018). Lamentablemente, la contribución económica de las ciudades ligada al desarrollo urbano acelerado no ha sido suficiente para generar mejoras significativas en materia social.

Del ranking de los 10 países con mayores índices de desigualdad en el mundo, 4 de ellos son centroamericanos, y a pesar de que el porcentaje de la población en condición de pobreza de nuestros países en general ha disminuido de la mano de la urbanización, el número total de personas viviendo en condiciones de pobreza sigue aumentando en números absolutos (Coll, 2019; Banco Mundial, 2018). La pobreza y la desigualdad, combinadas con mala o inexistente planificación urbana (ej. déficit de vivienda, deterioro y falta de espacios públicos, ausencia de servicios públicos de calidad y oportunidades limitadas de educación y trabajo), son elementos que contribuyen a los altos niveles de criminalidad y violencia que podemos ver hoy en día en nuestras ciudades centroamericanas (Banco Mundial, 2010 citado en Banco Mundial, 2018).

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La falta de planificación urbana adecuada, combinada con la ubicación geográfica de nuestra región, también hace que nuestras ciudades sean altamente vulnerables a eventos hidrometeorológicos, generando enormes pérdidas anuales para cada uno de nuestros países. En su Estudio de la urbanización en Centroamérica Oportunidades de una Centroamérica urbana, el Banco Mundial (2018) identificó que:

En los últimos 50 años, el número de eventos naturales registrados ha incrementado sustancialmente en todos los países. Dichos desastres han afectado de forma negativa el PIB per cápita, el ingreso y la pobreza, lo que dificulta la capacidad de promover el crecimiento sostenible. La mayoría de las pérdidas económicas en la región ha sido causada por terremotos, huracanes y grandes inundaciones, especialmente en las zonas urbanas. Los desastres meteorológicos han causado las mayores pérdidas económicas (p.11).

En la ausencia de herramientas de ordenamiento territorial y planificación urbana, el crecimiento urbano y los asentamientos humanos en Centroamérica se ha desarrollado en zonas de riesgo de desastres. El estudio antes mencionado (Banco Mundial, 2018) indica también que entre el 70-80% de la infraestructura que hoy se encuentra en riesgo en la región está concentrada en nuestras ciudades, y las potenciales pérdidas por impactos a dichos edificios e infraestructura alcanzan los USD $174,000 millones..

La desigualdad social en nuestras ciudades ocasiona que, ante una crisis, quienes actualmente son más vulnerables (personas en condición de pobreza, mujeres, personas con discapacidad), sean quienes sufrirán más intensamente los efectos de esta. Esto ha sido claro durante la crisis de la COVID-19 en nuestras ciudades, donde el detonante de contagios no necesariamente fue la densidad urbana, sino el hacinamiento y las condiciones indignas de vivienda de millones de personas en zonas urbanas (ONU Hábitat, 2020). Hemos observado también cómo la desigualdad en acceso a espacios públicos verdes, a transporte accesible y seguro, y la seguridad social en nuestras zonas urbanas, ha afectado muchísimo más a la población que ya hoy en día era más vulnerable, que a quienes tienen más recursos para adaptarse.

Durante el 2020, más allá de la crisis de la COVID-19, como región enfrentamos una serie de fenómenos hidrometeorológicos (huracán Iota y Eta) que han contribuido a intensificar y acrecentar muchas de las brechas sociales y problemáticas ya existentes en nuestras ciudades y países. Como región debemos pensar en la crisis climática que ya estamos enfrentando y cuyos efectos solamente se acrecentarán en el futuro.

En ese contexto, los impactos y pérdidas derivados de desastres hidrometeorológicos tampoco alcanzarán ni se sentirán de igual manera para toda la población urbana. Considerando que aproximadamente el 33% de la población urbana en Centroamérica aún vive en condiciones de pobreza y 29% vive en asentamientos informales y barrios marginados (este número alcanza hasta un 45% en países como Nicaragua) (Banco Mundial, 2018), es absolutamente indispensable que nuestras ciudades tomen acciones contundentes para reducir la vulnerabilidad de esta población y la vulnerabilidad climática de las ciudades y sus sistemas productivos en general.

Las múltiples crisis que estamos enfrentando hoy en día han demostrado que el modelo de crecimiento económico sin tope y de desarrollo urbano sin control ni planificación, no son sostenibles en el tiempo, no han sido efectivos en generar bienestar a toda la población, ni aseguran resiliencia para una pronta recuperación social, económica y ambiental. Sin embargo, los momentos de crisis nos ofrecen una enorme oportunidad para replantear la manera en que vamos a diseñar, producir, planificar y vivir de ahora en adelante. Para salir de esas crisis y asegurar un futuro sostenible, inclusivo y resiliente para la región, tenemos que pensar y actuar diferente. Al pensar en ese nuevo paradigma futuro, el rol de las ciudades, sus líderes, sus servicios, su diseño y su planificación, será clave para recuperarnos de la crisis actual y prepararnos para enfrentar y reducir los impactos de futuras crisis.

¿Cómo pueden las ciudades contribuir a un futuro regenerativo, inclusivo, resiliente y sostenible? En 2015, la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció una serie de metas y objetivos que se llegó a conocer como la Agenda 2030, cuyo lema es “no dejar a nadie atrás”. Esta agenda incluye 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la comunidad global ha acordado unir esfuerzos para alcanzarlos. El ODS 11, busca que logremos alcanzar Ciudades y Comunidades Sostenibles para el 2030. A pesar de que el ODS 11 se enfoca en ciudades, tiene vínculos claros con muchos otros de los objetivos de desarrollo sostenible establecidos en la Agenda 2030, como el ODS 13 de acción climática, el ODS 5 que busca la equidad de género, el ODS 1 de erradicar la pobreza, el 3 de salud y bienestar o el 15 sobre ecosistemas terrestres.

Hay muchas maneras en que nuestras ciudades pueden innovar y replantear sus estrategias hacia el futuro; sin embargo, la clave estará en: 1) identificar cuáles son las áreas donde hay mayor potencial para generar múltiples impactos y beneficios para la población, la economía y el ambiente (y para esto, el marco de los ODS puede ser muy útil), 2) adaptar marcos normativos y regulatorios para facilitar la innovación y la ágil ejecución de mejoras urbanas, 3) desarrollar mecanismos financieros, modelos de negocio y de alianzas público-privadas que permitan que dichas intervenciones sean sostenibles en el tiempo y 4) llevar a cabo procesos participativos para la comunidad, empresas, academia, entre otros, puedan ser partícipes del proceso y las soluciones que se desarrollen de verdad atiendan las necesidades de la población.

Estudios y publicaciones recientes evidencian los beneficios ambientales, sociales y económicos de una estrategia de reactivación verde post COVID-19, resaltando las oportunidades de incluir componentes como transporte y desarrollo urbano sostenible (CEPAL, 2020; BID, 2020; U20, 2020; C40 Cities, 2020). A partir de ello, hay dos áreas principales en que, según el contexto local y global, considero existen las mayores oportunidades (y urgente necesidad) para que las ciudades centroamericanas innoven, a la vez cerrando brechas sociales, de género, reduciendo riesgos, impactos ambientales y mejorando la calidad de vida de las personas en el camino hacia la recuperación post COVID-19.

Ciudades compactas, movilidad sostenible e inclusiva: a partir de la pandemia, se evidenciaron los beneficios de una ciudad donde todo esté cerca, una ciudad caminable y biciamigable. Para promover medios de transporte más saludables, que permiten distanciamiento social y además reducen emisiones, cientos de ciudades alrededor del mundo1 han ampliado aceras, inaugurado distritos caminables, invertido en hacer más kilómetros de ciclovías, fortalecido sistemas de bicicletas públicas, entre otros.

Estas son inversiones de bajo costo y alto impacto, que además van dirigidas a mejorar el acceso a una movilidad segura a poblaciones vulnerables que no pueden acceder a transporte público o vehículos privados. El fortalecimiento del transporte público, incluyendo una mejora en su cobertura, infraestructura y planificación es una inversión indispensable para ciudades más funcionales, eficientes e inclusivas hacia el futuro, pues aún es el único medio de movilización para millones de personas2 y su acceso a oportunidades de trabajo y servicios públicos depende de ello.

La planificación y diseño del sistema deberá contemplar las necesidades de quienes lo utilizan, en particular de mujeres, personas con discapacidad, la niñez, entre otros, para reducir las brechas de acceso y asegurar el derecho a la ciudad para estas poblaciones. También debe ir acompañada por políticas de desarrollo urbano y vivienda que rompan el modelo de expansión urbana; es decir, que contengan el crecimiento urbano, promuevan la densificación de nuestras ciudades y aseguren el acceso a vivienda digna dentro de la ciudad para diferentes estratos de la población. Finalmente, la electrificación del transporte representa una oportunidad enorme para reducir emisiones, mejorar la salud en las ciudades, generar empleos verdes y dinamizar la economía de la región (CEPAL, 2020).

“Enverdecimiento” urbano y soluciones basadas en naturaleza: una planificación urbana con un enfoque regenerativo permitirá que nuestras ciudades crezcan y se desarrollen, protegiendo nuestros ecosistemas y generando bienestar para la población. Diversos estudios han demostrado que la naturaleza en ciudades contribuye a la mejora de la productividad, reduce tasas de obesidad, depresión, asma y problemas cardíacos (McDonald, et al. 2018). El uso de infraestructura verde y soluciones basadas en naturaleza también contribuye a regular temperaturas, mejorar la calidad del aire y agua, prevenir y reducir inundaciones, captura de emisiones de CO2, reducción de erosión, entre otros beneficios.

Contemplando un futuro con fenómenos hidrometeorológicos más frecuentes e intensos, con temperaturas más altas durante el año y mayor población urbana, planificar para tener más naturaleza en nuestras ciudades implicará ahorros significativos en términos de gestión de riesgo, resiliencia al cambio climático y salud pública, además de generar ingresos y dinamización de la economía al tener una ciudad más atractiva y caminable. Las estrategias de “enverdecimiento” urbano deberán ir de la mano con el diseño de intervenciones de transporte, de nuevos desarrollos de vivienda y diseño de espacios públicos, de manera que se asegure un acceso generalizado e inclusivo a toda la población que reside y es usuaria de la ciudad, en particular quienes viven en asentamientos informales y barrios marginales, donde tiende a haber un déficit de acceso a espacios públicos verdes.

Se ha proyectado que los impactos más significativos en términos de pérdida de biodiversidad y de tierras con valor natural y agrícola al 2030 sucederán en Asia, África y América Latina (McDonald, et al. 2018). Con estrategias adecuadas de planificación urbana verde, podemos no solo mejorar la calidad de los espacios urbanos, sino también reducir la presión a zonas rurales y ecosistemas de los cuales muchas de nuestras economías dependen para actividades agrícolas y turismo.

Centroamérica tiende a ser olvidada en el contexto global por un tema de escala; en términos urbanos, no tenemos megaciudades como otros países de Latinoamérica. Sin embargo, las ciudades pequeñas e intermedias presentes en nuestros países están creciendo aceleradamente y tienen un papel importante que jugar en el futuro de la región (Banco Mundial, 2018). La pequeña escala de nuestras ciudades y su carácter emergente representa una oportunidad para implementar mejoras e innovaciones que permitan un futuro urbano más sostenible, evitando cometer los mismos errores que han sido cometidos en el proceso de crecimiento urbano en Latinoamérica y el mundo.

En términos de escala, también nos permite gestionar con mayor facilidad, coordinar con diferentes actores y partes interesadas, y agilizar la implementación de nuevas estrategias y planes, que luego podrán ser replicados en otras ciudades de escala similar. Para lograr esto, será indispensable fortalecer las capacidades de gestión de nuestros gobiernos locales, implementar mecanismos que faciliten acuerdos de mancomunidad con otros gobiernos locales, mecanismos de gestión de suelo, captación y generación de ingresos, alianzas público-privadas y ordenamiento territorial. Si nuestro futuro es urbano, nuestros países deben reconocer el principio de subsidiariedad y más allá de simplemente delegar más responsabilidades a nuestros gobiernos locales, deben brindar acompañamiento, fortalecer sus capacidades y finalmente descentralizar el presupuesto nacional.

Quienes vivimos en Centroamérica deberíamos poder experimentar una ciudad limpia, caminable, agradable, segura, disfrutable y sostenible, sin necesidad de tener que viajar a otro país para hacerlo. Merecemos ciudades donde la niñez pueda jugar en las calles de nuevo. Donde las mujeres no tengamos miedo de caminar y disfrutar de la ciudad. Merecemos ciudades en las que queramos permanecer, vivir, y pasar tiempo, en vez de escapar. Ciudades que nos protejan y nos cuiden, en vez de ponernos en riesgo. Ciudades que nos acerquen a oportunidades de estudio, trabajo, emprendimiento y recreación. Ciudades que sean amigables con la vida, y no solo la vida humana, sino con la biodiversidad en general.

Apostar por ciudades sostenibles no solo tiene sentido en el plano ambiental, sino en términos económicos y sociales. Aprovechemos la oportunidad que nos brinda una crisis para repensar nuestro futuro urbano. Si lo hacemos bien, podemos asegurar bienestar y prosperidad para una región y una población que urgentemente lo necesita.

 
Referencias:

Banco Interamericano de Desarrollo (BID). (2020). Costos y beneficios de la descarbonización de la economía de Costa Rica. https://publications.iadb. org/en/benefits-and-costs-decarbonizing-costa-ricas-economy-informing-implementation-costa-ricas-national

Banco Mundial. (2019). Urban Population. https://data.worldbank.org/ indicator/SP.URB.TOTL

Banco Mundial. (2018). Estudio de la urbanización en Centroamérica Oportunidades de una Centroamérica urbana. https://openknowledge. worldbank.org/bitstream/handle/10986/26271/9781464812200. pdf?sequence=4&isAllowed=y

C40 Cities Climate Leadership Group. 2020. Un mundo más justo y más sostenible post-COVID en América Latina. https://www.c40knowledgehub. org/s/article/Un-mundo-mas-justo-y-mas-sostenible-post-COVID-en-America-Latina?language=en_US

Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). 2020. Construir un nuevo futuro: una recuperación transformadora con igualdad y sostenibilidad. Síntesis (LC/SES.38/4), Santiago, 2020 https://repositorio.cepal. org/bitstream/handle/11362/46225/1/S2000667_es.pdf

Coll, F. (2019). Desigualdad sacude duramente a Centroamérica. FORBES Centroamérica. https://forbescentroamerica.com/2019/09/10/desigualdad-sacude-duramente-a-centroamerica/

McDonald, R., Colbert, M., Hamann, M., Simkin, R., & Walsh, B. (2018). Nature in the Urban Century: A global assessment of where and how to conserve nature for biodiversity and human wellbeing. https://www.nature.org/en-us/what-we-do/our-insights/perspectives/nature-in-the-urban-century/

New Urban Mobility Alliance (NUMO). (2020). COVID Mobility Works. https:// www.covidmobilityworks.org/

Organización Internacional del Trabajo. (2013). La economía informal en Centroamérica y República Dominicana: Desarrollo subregional y estudios de caso.  https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---americas/---ro-lima/---sro-san_jose/documents/publication/wcms_237269.pdf

ONU Habitat. (2020). World Cities Report 2020: The Value of Sustainable Urbanization. https://unhabitat.org/World%20Cities%20Report%202020

Urban20 (U20). (2020). Towards Transformative Change. Urban Contributions To Achieving The Global Biodiversity Agendas. https://www.urban20riyadh.org/ sites/default/files/2020-09/UrbanContributionsToAchievingGlobalAgendas.pdf

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