El origen de esta reflexión es la experiencia de vida que le permite a la autora expresarse desde una realidad muy propia, pero que estoy segura refleja el recorrido de muchas mujeres jóvenes de nuestra región. Se inicia en una comunidad rural ubicada en la provincia de Cartago, en Costa Rica, donde una madre joven, recién separada de su esposo a causa de una situación de violencia, trata de enseñarle a su única hija la importancia del estudio, la superación, la responsabilidad, la independencia y la capacidad de soñar con un futuro asombroso. Una mujer valiente que logró salir del atroz círculo de la violencia, motivada por la fuerza de librar a su niña de ese escenario tan cruel, a pesar de haber sido educada en un hogar “tradicional” donde se le enseñó que soportar los abusos y maltratos de su esposo era parte de un “matrimonio normal”
Una mujer, que como jefa de un hogar monoparental y sin haber concluido sus estudios universitarios, ni tener mayor experiencia laboral, trabajó duro para lograr mantener a su hija estudiando. Si bien la situación era difícil, el tesón de esta madre iba más allá, y aunque tuvo que trasladar a su hija a un colegio nocturno debido a la necesidad de apoyo, siempre le dijo que nunca dejara de estudiar, prepararse y creer que podría llegar donde quisiera. Una mujer que le transmitió, con el ejemplo, una visión a su hija.
Y ese gran esfuerzo, unido a la perseverancia, me trajo hasta aquí, a este momento, en el que tengo la oportunidad de plasmar mis humildes ideas sobre la región y el país que anhelo, un momento que es resultado de muchas personas, de grandes aprendizajes, de apoyos incondicionales, de infinitas oportunidades, de la gracia de Dios, de quienes creyeron en esta joven y las posibilidades que tenía de llegar a alcanzar sus sueños. Es el resultado de una beca de educación superior que suplió, más allá de una matrícula y el pago de los créditos, un respaldo de alimentación, movilización y materiales a una persona que no tenía acceso a ninguno de esos recursos, es consecuencia de docentes comprometidos con formar desde la integralidad; de las personas que nos brindaron techo cuando no tuvimos donde vivir, de quienes entienden que la educación es una estrategia fundamental para lograr desarrollo, de las personas que creen en las mujeres, de mi primera oportunidad laboral en una organización donde me contrataron con un currículo de media página y creyeron que podría realizar un aporte. Es resultado de políticas públicas educativas bien orientadas, de universidades públicas de calidad y de un proyecto país que le permitió a personas como yo crecer y mejorar.
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Relato esta historia con una triple intención; en primer lugar, contextualizar las ideas que presento en segundo lugar, transmitir fuerza y esperanza a las personas jóvenes, sobre todo a las mujeres jóvenes centroamericanas que podrían estar atravesando el momento más difícil de su proceso de desarrollo personal y en tercer lugar, con el propósito de abrir un espacio de debate y diálogo que logre inspirar y motivar a las juventudes centroamericanas a pensar, proponer, hablar, crear, soñar y transformar con actos positivos nuestras realidades; ya que precisamente el diálogo, la reflexión, el reconocimiento de los saberes diversos, la capitalización de las experiencias y el fomento de compromisos entre los múltiples sectores sociales y culturas que conforman la región son los primeros pasos necesarios para generar un cambio que se desarrolle desde las bases, mediante el establecimiento de alianzas estratégicas que permitan unificar las voces y las fuerzas de todos los grupos de la sociedad que históricamente han sido excluidos del desarrollo y la planificación estatal.
En esta línea, es primordial tener claridad de que la ruta al desarrollo regional depende de un cambio de estrategia, porque “es imposible lograr resultados diferentes haciendo las mismas cosas”, y este giro de 180 grados pasa por aprender a pensar y trabajar diferente, tanto a lo interno de nuestros países como en el ámbito regional; pasa por comprender que cuando hablamos de inclusión, hablamos del rol del Estado, de la calidad de la democracia, de la representación política, de la manera en la que se formulan y ejecutan las políticas públicas, y de las estrategias necesarias para que esta inclusión sea tangible para todas las personas. Se trata de impulsar formas de Gobierno que sean abiertas y promuevan la participación de los diferentes sectores en condiciones de igualdad, ya que no es posible alcanzar el desarrollo equitativo y justo de un país o una región sin tomar en consideración a todas las personas que forman parte de ellos, reconociendo la diversidad cultural y el pluralismo social.
Ahora bien, para lograr este grado de inclusión es indispensable que nuestros países cuenten con una buena formulación, gestión y ejecución de políticas públicas locales, nacionales y regionales, lo que necesariamente implica que los Estados tengan la capacidad de brindar servicios que lleguen en condición de igualdad a todos los sectores de la población, brindando respuestas efectivas a sus necesidades y no solo a las prioridades colocadas en la agenda pública por los grupos de poder; de acuerdo con lo expuesto por (Pallavicini, Chamizo, & Vargas, 2013, pág. 9) “una política pública no son solo decisiones aisladas, sino que se trata de acciones que involucran a una diversidad más o menos amplia de actores, públicos y privados, y están orientadas por objetivos y metas, con el fin de resolver un problema público”.
Adicionalmente, se debe tener en consideración que las políticas públicas, tal como indica (Lahera Parada, 2002) “tienen condiciones de existencia y costos específicos, ambos determinados por la estructura de gobierno, así como por el medio legal, político, económico y cultural” (p.25) y todas estas condiciones forman parte de un conjunto de recursos indispensables para el desarrollo, ejecución, seguimiento y evaluación de una política pública que logre responder de manera efectiva a los problemas sociales.
En esta misma línea de ideas (Corzo, 2017) plantea que “la disciplina de la política pública tiene como objeto de conocimiento el proceso mediante el cual los gobiernos toman sus decisiones directivas, y su objetivo consiste en mejorar la calidad y eficacia de la decisión de los gobiernos con base en el conocimiento” (p.19). Lahera (2002), por su parte, indica que el “curso de información” es un elemento indispensable en las políticas públicas, seguido de un buen proceso de análisis, priorización y planteamiento de estrategias de monitoreo, ejecución y evaluación que permitan materializar los resultados planteados en la propuesta de resolución del problema público.
Esto nos lleva a la pregunta ¿están nuestros países y la región centroamericana formulando y ejecutando políticas públicas de forma acertada y efectiva? De acuerdo con el último Informe del Estado de la Región (ERCA, 2016 pág. 35) “entre 2010 y 2014 los países centroamericanos lograron mejoras económicas y sociales indiscutibles, pero insuficientes para que el desarrollo humano de la región, en su conjunto, avanzara de modo sustantivo”; adicionalmente, los principales avances estuvieron concentrados en los países más desarrollados, razón por la cual se puede afirmar que “se ampliaron las brechas entre un sur del Istmo más dinámico y desarrollado y un centro norte con persistentes rezagos económicos, sociales y políticos”. Por otra parte “los niveles de desigualdad en la mayoría de las naciones continúan estando entre los más altos de América Latina, mientras que las bajas cargas tributarias y su concentración en impuestos indirectos, impiden actuar sobre este estado de cosas, revertir la creciente insostenibilidad fiscal y adecuar la inversión a la magnitud de las necesidades sociales” (ERCA, 2016, pág.36)
Si a estas condiciones le sumamos la falta de capacidad de los estados centroamericanos para realizar planificación estratégica y prospectiva y el hecho de que la mayoría de las decisiones que se toman “buscan dar respuesta a necesidades o presiones que emergen en el corto plazo” caemos en cuenta que es hora de enfrentar los retos e introducir ajustes de fondo en los estilos de desarrollo y gobernanza, apostando por la consolidación de una institucionalidad pública más eficiente y robusta, capaz de materializar el potencial del capital humano que se desaprovecha, tal como lo demuestran los 5,4 millones de jóvenes de 15 a 24 años (60% del total) que hoy están fuera del sistema educativo (ERCA, 2016).
En este contexto, hay dos cosas que son fundamentales para consolidar el éxito de la región que viene, la primera es la memoria histórica, entendida como la capacidad de aprender y capitalizar el conocimiento que se ha generado de la experiencia, de los desaciertos, y de las buenas decisiones que han rendido frutos en el pasado para los países que conforman la región, sin dejar de lado los procesos exitosos que se han desarrollado en América Latina y otras latitudes de la escala global, permitiéndonos aprender de países como Finlandia y Corea que hace un tiempo tenían condiciones similares a las nuestras y lograron generar estrategias efectivas para hacer despegar con éxito sus procesos de desarrollo.
La segunda, es el cambio de la mentalidad cortoplacista y reactiva que solo tiene la capacidad de atender consecuencias de las cosas que ya sucedieron; dejar atrás el tipo de gobiernos que resuelven solo cuando ya están en medio de la crisis, porque no tienen la facultad de prever y estar listos para enfrentar con mayor efectividad los retos. Es tiempo de aprender a ver con lentes de gran alcance y prepararse con diligencia para enfrentar el futuro, es hora de empezar a tomar decisiones que transformen nuestro presente, y nos permitan adelantarnos en el tiempo como región, y adquirir la habilidad de navegar eficientemente sobre las turbulentas aguas del cambio, pues solo quienes tienen la posibilidad de hacer el “viaje al futuro” son quienes saben cómo será y cuál es la mejor estrategia para enfrentarlo. En síntesis, se trata de aplicar la destreza de “anticipar escenarios y detectar oportunidades” (Bitar, 2014, pág. 11).
Con el transcurso de las revoluciones mundiales y la llegada de la globalización ya se estaba previendo que los gobiernos deberían tener la capacidad de actuar de manera efectiva y flexible en escenarios cambiantes y altamente complejos; sin embargo, el impacto del cambio climático, la acelerada evolución de las tecnologías, el aumento drástico de las desigualdades, la transformación demográfica y la aparición constante de nuevos retos tales como la reciente pandemia de la COVID-19 han llevado al extremo la necesidad de adelantarse a los hechos y planificar con una visión estratégica y prospectiva que nos permita ser más resilientes a las fuertes “olas” de cambio que surgen en el globo.
La oportunidad de prever el comportamiento e influencia de variables de diferentes naturalezas en los escenarios futuros no se puede desperdiciar; es necesario, o más bien urgente, “salir de la caja”, quitarse los grilletes y aventurarse a crecer en la comprensión de nuestras realidades. Las decisiones que pasaron ya fueron tomadas, los efectos de las políticas públicas implementadas ya están aquí, ahora quedan por delante los retos y la necesidad imperante de enfrentarse a ellos con la mayor cantidad de herramientas y habilidades posibles, sobre todo en un campo de juego donde las reglas, los escenarios y las condiciones cambian constantemente, tal como apunta (Bitar, 2014) “Cuando la evolución del mundo puede tomar distintos cursos, su previsión permite evitar situaciones perjudiciales o distinguir las que sean ventajosas” (pág.9).
Pensar el mañana no significa hacer predicciones mágicas, ya que esto es imposible, pero sí “explorar hipótesis plausibles de cómo podrían evolucionar las cosas” teniendo presente que “el futuro no es una continuación lineal del pasado ni es ajeno a la acción humana” (Bitar, 2014, pág. 11) y comprendiendo que en prospección “la búsqueda y agrupación de diversos escenarios permite seleccionar entre distintos mundos posibles, que posteriormente se examinan en detalle para deducir sus implicaciones (Consejo Nacional de Inteligencia, 2012 citado en Bitar, 2016 pág.11) lo que no solo facilita el proceso de toma de decisiones, sino que además lo hace más efectivo.
Con esto en mente una pregunta estratégica sería ¿cómo podría posicionarse Centroamérica en este escenario? Y asumir estos desafíos aun con muchas de las condiciones básicas de sus poblaciones todavía sin resolver, trabajando todavía con comunidades rurales sin acceso a servicios básicos, altos porcentajes de analfabetismo, escasa interconectividad tecnológica, falta de una garantía de seguridad alimentaria, atrasos en la calidad de los procesos educativos y enseñanza de las habilidades blandas, con políticas públicas enfocadas en el asistencialismo y prácticas arraigadas en la dependencia y la cultura del “necesitado” y no de la persona empoderada, proactiva y capaz de surgir y florecer, aún en medio de la adversidad.
Lograrlo, depende de que Centroamérica y cada uno de los países que la integran tengan claridad de cuáles son sus fortalezas y ventajas comparativas en el nuevo escenario mundial, de aprovechar al máximo el bono demográfico, de la gestión eficiente y sostenible del medio ambiente, el recurso hídrico y los biocombustibles; depende de la consolidación de los procesos de paz y democracia en la región, del avance en materia de educación estratégica y formación de mano de obra calificada, de la oportunidad que representa el turismo en una región con una riqueza cultural y natural asombrosa. Conseguirlo depende del impulso y la visión de las juventudes, la niñez y todas aquellas personas que están comprometidas con la apuesta de la integración, a la luz de lo planteado hace más de 50 años cuando se firmó el Tratado General de Integración Económica Centroamericana (Pellandra & Fuentes, 2011, pág. 48).
Y todo esto sin perder de vista que “en parte, la integración social sigue siendo la gran deuda pendiente”, por lo que un proceso exitoso debería buscar reducir las asimetrías y desigualdades mediante acuerdos sobre metas sociales comunes, que pudieran alcanzarse en el contexto de la integración centroamericana” (Pellandra & Fuentes, 2011, pág. 46), donde las acciones que está impulsando el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA) y el planteamiento de los cinco pilares de la integración (seguridad democrática, integración social, integración económica, fortalecimiento institucional y, cambio climático y gestión integral del riesgo) tienen un impacto altamente significativo.
En un planeta convulso y lleno de cambios acelerados, la integración y la unidad de todos los países de la región se ha convertido en la apuesta más estratégica para competir con efectividad en el mercado y presentarse como un bloque sólido en aspectos políticos, financieros, comerciales, de paz y de atracción turística frente a los poderes emergentes en el ámbito internacional. Es indispensable convertirnos en un punto de atracción para la inversión a través de la implementación políticas públicas, basadas en la prospección, que apunten a la mejora en las condiciones de infraestructura, el aumento de la comunicación interna, la disponibilidad de capital y talento humano, el impulso de democracias estables y un ambiente de paz y seguridad, que decanten en bienestar para toda nuestra gente.
Aún estamos a tiempo y sobre todo tenemos las personas, el potencial, los aliados y los recursos; cada uno de los países miembros del SICA posee las ganas de crecer, la capacidad de avanzar, el ahínco, la solidaridad y el espíritu de equipo. Así que, si tomamos la decisión ahora y nos proyectamos con una sola visión al futuro, lograremos superar las dificultades y retos para alcanzar la región de paz, democracia, seguridad y prosperidad que soñamos todas y todos los centroamericanos.
Programa Estado de la Nación en Desarrollo Humano Sostenible. (2016). Quinto Informe Estado de la Región PEN/CONARE (Vol. 5ta Edición). Costa Rica: Estado de la Nación.
Bitar, S. (2014). Las tendencias mundiales y el futuro de América Latina.
Santiago, Chiles: CEPAL - Naciones Unidas.
Corzo, J. (2017). Diseño de políticas públicas: Una guía práctica para transformar ideas en proyectos viables. Puebla, México: IEXE.
Lahera Parada, E. (2002). Introducción a las políticas públicas. Santiago de Chile: Fondo de Cutlura Económica.
Pallavicini, V., Chamizo, H., & Vargas, J. (2013). Manual de Formulación de Políticas Públicas. Costa Rica: Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).
Pellandra, A., & Fuentes, A. (2011). El estado actual de la integración centroamericana. México: CEPAL- Naciones Unidas.