La acción de imaginar una realidad más justa, con oportunidades para todas las personas, en paz y libre de corrupción, se ha convertido en un arduo trabajo que día a día pareciera ser inalcanzable y, que se aleja cada vez más. A nuestro alrededor las problemáticas sociales son más graves, hay hambre, enfermedades, desastres naturales provocados por el cambio climático, falta de educación, pocos trabajos y la dignidad humana es irrespetada totalmente.
Es por ello que la democracia o vida democrática en Centroamérica se ha convertido en una encrucijada, que nos obliga a escoger solo dos caminos: aceptar la contundencia de los retos y vivir una vida precaria que implica conformarse con un sistema político y de participación con desaliento, sometida a las fuerzas dominantes y sin esperanza, o sea una vida devastada, triste y sin oportunidad ni motivación para cambiarla; o, tomar el camino del compromiso y responsabilidad histórica de la esperanza, lucha, toma de oportunidades y persistencia para construir un mejor futuro, enfrentando los retos, incidiendo a través de proyectos de vida personales, comunitarios y sociales, empujando a las juventudes hacia la convicción, sí, aquella de no aceptar el orden de las cosas como están, de ejercerla con convicción de cambio, con valentía y con la vista puesta en un mejor país en donde todas las personas gocen de oportunidades reales de un desarrollo sostenible y equilibrado.
Para Weber (1991) la democracia tiene que ver con un sistema político que invita al cambio de representantes a través de elecciones periódicas, permitiendo la participación de la mayor parte de la población para influir en las decisiones públicas. Sin embargo, todos y todas sabemos que, en la práctica, participar se convierte en un desafío constante, en donde las barreras abundan y el miedo se hace presente, los cuestionamientos son muchos y las oportunidades pocas, y el panorama desalentador pero la necesidad de cambio impresionante.
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Desde hace años, Centroamérica nos da un claro ejemplo de cómo a través de la unión, justicia e indignación de una ciudadanía agotada social y políticamente se logran cambios importantes por medio de la demostración de inconformidad. Sin embargo, entre todos los aprendizajes que obtuvimos de valiosas “jornadas de indignación”, entendimos que en paralelo a estar vigilantes y mostrar nuestra inconformidad y cuestionamiento, es necesario seguir tejiendo redes, uniendo esfuerzos, organizarnos, participar y crear los espacios en donde nuestras ideas, voces y proyectos sean tomados en cuenta.
De allí surge la importancia de comprender que la ciudadanía debe ser más activa, informada y racional, no solo para elegir a sus representantes sino también para participar en la toma de decisiones, como indicaba John Dewey (2004) la democracia solo se dará y fortalecerá en la medida en la que las ciudadanas y ciudadanos estén más involucrados activamente en el proceso político, por lo que son necesarios la formación y la capacitación como mecanismos para un cambio continuo en los hábitos sociales. Tomando en cuenta, claro está, las diferentes realidades que se viven y concentrando esfuerzos en las condiciones similares.
Por eso, la participación civil debe ser la columna principal que sostenga todo el movimiento de construcción de un futuro mejor, porque agruparse es sinónimo de tratar de acortar la distancia entre lo que es una situación actual y la situación deseada; es decir, afrontar los obstáculos que le permitan a la sociedad aproximarse a una situación ideal.
En el 2018, junto a diferentes compañeros y compañeras de distintas universidades del país, nos atrevimos a soñar en conjunto y dar el primer paso para avanzar hacia ese futuro que reclamamos y merecemos. Asumimos el compromiso de organizarnos, pero más que ello, de soñar, informar, participar, ayudar y con solidaridad, involucrar a más personas. De esa manera, construimos una organización de jóvenes que atendiera las necesidades cívicas y sociales de más jóvenes, un espacio de confianza, aprendizaje y crecimiento que funcionara como centro de iniciativas y proyectos que involucraran ideas innovadoras de participación y encaminadas a contribuir con el desarrollo sostenible.
Y así es como, reunidos en las mesitas que se encuentran en los jardines de mi alma mater, la Universidad de San Carlos de Guatemala, nace la organización civil de jóvenes Con Vos, por medio de un proceso de votación de nombre y la ideación de las primeras rutas de acción que tendríamos.
En menos de un mes, ejecutamos un proyecto con apoyo de estudiantes, empresas amigas, organizaciones socias y la voluntad de muchas personas, que benefició a más de 950 niños y niñas que vivían en un contexto de pobreza en uno de los departamentos de Guatemala, aportando paquetes de lectura y útiles escolares, charlas sobre derechos humanos y cultura de paz y momentos artísticos de concientización diseñados para cada una y uno de ellos; próximamente, luego de organizar más proyectos y echar a andar algunas iniciativas, evaluamos la necesidad de iniciar el proceso legal para tener personería jurídica y formalizarnos, porque sabíamos que organizarnos no sería algo temporal, sino una responsabilidad que asumíamos con visión de crecimiento.
En paralelo, mientras nos formábamos y aprendíamos de otras buenas iniciativas, grandes organizaciones como el Instituto Holandés para la Democracia Multipartidaria y otras, creyeron en la organización y forjamos una buena amistad acompañada de esa alianza estratégica para la ejecución de proyectos que impactarán en la vida cívica, social y política de las juventudes. Así pues, construimos muchos espacios de reflexión, análisis, diálogo y debate en torno a las realidades y problemáticas en las que nos veíamos inmersos, dimos apertura a procesos de formación cívica y política.
Desarrollamos campañas de concientización e información en torno a las elecciones, nos involucramos en espacios de incidencia y participación tal como la Comisión de Actualización y Modernización Electoral, el proceso de reformulación y construcción de la Política Nacional de Juventudes, afianzamos la unión con más colectivos y agrupaciones de jóvenes conformando la Red de Incidencia y creamos la Escuela de Incidencia, apostándole primordialmente al fortalecimiento de nuevos liderazgos, encaminados a impulsar esos cambios y transformaciones que tanto necesita nuestra región.
Por lo tanto, reconocer la importancia que tiene la participación ciudadana, en especial de las juventudes, es clave para fortalecer nuestras democracias, por lo que se hace necesario descentralizar, desburocratizar, activar instituciones de participación permanente, renovar, innovar, respetar y promover los derechos humanos, incentivar la organización y expresión de la sociedad civil, y muy importante, educar y formar cívica y políticamente para que las personas ejerzan una ciudadanía activa y responsable.
Es por ello que también iniciamos, junto a un grupo de líderes centroamericanos, el Podcast Verdad a Domicilio, para poner sobre la mesa las ideas, propuestas y sentires de las juventudes desde un plano de visión regional, descubriendo las similitudes de nuestras realidades, cuestionando los sistemas de participación y, sobre todo, proponiendo acciones para generar esos cambios que como conciudadanos de Centroamérica tanto anhelamos. En él tenemos la seguridad que el dialogo fortalece la democracia, y la democracia promueve la participación. Sin embargo, creemos que ese involucramiento tiene que estar conducido por formación y capacitación constante que permita la generación de transformaciones sólidas y comprometidas.
Así pues, la participación de las juventudes acompañada de la educación pertinente conllevará al desarrollo nacional y regional tan necesario, para que cada niño o niña, joven y adulto, mujeres y hombres, vivan dignamente y puedan aprovechar las oportunidades que el mismo proceso de transformación provocará.
En ese sentido, referirse a educación y formación cívica y política implica comprender previamente lo que se entiende por ciudadanía activa y responsable, que lleva a cuestiones que tienen que ver con la sensibilización y conocimiento respecto a derechos y deberes, pero también, muy estrechamente, a valores cívicos como la democracia, igualdad, derechos humanos, participación, cohesión social, justicia social, tolerancia a la diversidad y organización, para así, promover la participación de las personas en su sociedad, una participación activa y responsable que contribuya al desarrollo y bienestar de las realidades en las que viven.
La ciudadanía implica pues, la capacidad de decisión de todas las personas en cuanto a los asuntos públicos desde un contexto de democracia participativa, y con esa base Jares (2005) afirma que el objeto principal de la educación, formación y capacitación para la ciudadanía está “en formar personas política y moralmente activas, conscientes de sus derechos y obligaciones, comprometidas con la defensa de la democracia y los derechos humanos, sensibles y solidarias con las circunstancias de los demás y con el entorno en el que vivimos” (p.89).
Por ello, la educación para la ciudadanía se refiere al cúmulo de aprendizajes, habilidades, valores y compromisos destinados a formar a las juventudes para que sepan qué es la democracia y se preparen para asumir el rol protagonista que les corresponde, en una región que vive un bono demográfico traducido como la oportunidad de desarrollo, pero donde la participación de las y los jóvenes ha significado todo un desafío.
Es por eso que asumir las responsabilidades que implica ser ciudadanos y ciudadanas resulta de verdadera urgencia, por ende, exigir las condiciones de participación y formación a los Estados es tan vital para sostener y fortalecer las democracias, porque convivir, compartir, cooperar, disentir, discrepar, discutir, confrontar, negociar, consensuar y decidir juntos sobre las decisiones que afectan positiva o negativamente a un grupo de personas, debe ser una naturalidad que se viva y practique con constancia, compromiso y empeño en la región.
Entonces, frente a los grandes desafíos y retos a los que nos enfrentamos, en cuanto a la participación e involucramiento ciudadano, debemos asumir en primera instancia que los protagonistas de la democracia tenemos que ser las juventudes, por dos cuestiones esenciales: primero, la mayor parte de la población somos jóvenes, y segundo, asumir la escritura de nuestra propia historia tiene que ser una realidad cada vez más cercana, que supere el sistema de desigualdad, adultocentrismo y pocas oportunidades, y que involucre la experiencia y corresponsabilidad de otras generaciones, para que paso a paso se generen realidades mejores.
Debemos pues, defender nuestros intereses y exigir que las instituciones recuperen o creen las capacidades democráticas para que brinden las herramientas necesarias y así hacer efectiva nuestra participación. Y por supuesto, combatir las ideas sociales, políticas, económicas y culturales que nos tienen en donde estamos, entender que la única manera de superar los desafíos es impulsando a la acción decidida de las y los ciudadanos, informándonos, involucrándonos, participando, creando, innovando y combatiendo las ideas equivocadas que no han permitido nuestra verdadera incidencia política.
Por eso y más, yo he decidido tomar el camino de esperanza y construcción, de solidaridad y unión, de participación e incidencia. Un camino que se crea caminando a cada paso, con cada aprendizaje, con cada enseñanza, con la interacción y fuerte unión con todas las personas que nos animamos a soñar, nos atrevemos a convertir esos sueños en metas y estamos en total disposición de compartirlos. Estar constantemente provocando oportunidades formativas, espacios de participación, diálogo, unión, desarrollo local, que provoquen confianza y recuperen la esperanza, debe ser nuestra causa en común y bandera de acción.
Definitivamente, tomar el camino de construir un mejor futuro, diseñarlo, provocarlo, y comprometerse a accionar en conjunto para ver a cada ciudadano y ciudadana, comunidad, país y región, viviendo en paz y satisfacción por el bienestar y felicidad lograda, respetando y defendiendo su dignidad y generando cada vez más un desarrollo sostenible que alcance a todas las personas, tiene que ser la meta que tengamos en común. La invitación es a comprometernos con el papel histórico que nos corresponde como protagonistas del cambio y las transformaciones que necesitan nuestras democracias, generando integración, bienestar, respeto, justicia y responsabilidad en el presente para mejorar constantemente nuestro futuro con determinación, perseverancia y la esperanza que debe enarbolar nuestra causa.
Referencias:
Dewey, J. (2004). Democracia y Educación. 6ª. ed. Madrid. Ediciones Morata. Jares, X. R. (2005). Reflexiones y propuestas. Cuadernos de Pedagogía, nº 250, p. 88-92.
Weber, M. (1991). Essays in sociology. England. Routledge.