El Salvador, un país pequeño con la capacidad de romper barreras y con la madurez de jugar un rol protagónico en el desarrollo y cohesión de la región centroamericana, desde la individualidad de los ciudadanos hacia una colectividad sistematizada. Soy Eduardo H. Loyola Arguello, un salvadoreño de 36 años, profundamente comprometido con mi país y con los cambios que requiera.
He tenido la fortuna de que mis raíces vienen de un hogar y familia en la cual el amor, el respeto y la honestidad fueron los valores que me inculcaron. Provengo de una familia donde el amor, la unión y la fe han sido las virtudes que han definido mi vida. Estas virtudes me han acompañado a lo largo de mi paso por este mundo y me han servido para sostenerme ante las adversidades que, de una u otra manera, he tenido que experimentar.
La primera fue la pérdida de mi madre, una mujer que marcó profundamente los primeros años de mi vida y que dejó una huella imborrable en mí; fue tan difícil que cuando tenía 10 años, en agosto de 1995, atenazado por el dolor que produjo en mí su perdida, entré en el mundo oscuro del alcoholismo, lo que me llevó a consumir otras drogas con las que buscaba olvidar mi dolorosa realidad. Para mi bendición, ese mundo lo dejé diez años después de sufrir un vacío existencial indescriptible, al ser internado en un centro de rehabilitación por espacio de casi un año. Mi padre y Celia, a la que considero mi segunda madre, me dieron un voto de confianza y aunque no parecía, lo pedía a gritos.
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Luego de luchar y triunfar frente a la esclavitud lacerante del mundo de las drogas, puedo decir orgullosamente que llevo dieciséis años limpio y sobrio. Liberarme de las drogas generó un cambio total en mi vida. De tal manera que hoy soy un hombre felizmente casado, con una mujer que amo profundamente y quien me dio el privilegio de ser padre de un niño valiente y dos hermosas niñas que son mi razón por la que cada día trato de ser el mejor ejemplo que ellas puedan tener.
Ese niño valiente de quien fui papá es Juan Diego, nació de una cesárea al séptimo mes de gestación. Mi hijo fue bautizado de mi propia mano y vivió quince minutos. Murió en mi pecho, con mi crucifijo en su cabecita. Yo quisiera remarcar que con la muerte de mi hijo Juan Diego yo no enterré un ataúd de recuerdos, sino que enterré una caja llena de ilusiones. Ilusiones ya que la vida me dio la gracia de compartir con mis hijas Alessandra y Elena.
Todas las experiencias que he vivido me han forjado el carácter y me han motivado a formarme, a fin de poder luchar, aportar y apoyar a las personas consumidoras de drogas, de las que fui, en algún momento, parte. Ese grupo poblacional olvidado y estigmatizado por nuestra sociedad, pero que precisan de nuestra empatía, ayuda y apoyo. De esta manera es que con mucho orgullo puedo decir que soy fundador, terapeuta y director de una institución especializada para el tratamiento de adictos. Institución que con tesón y empeño hemos sacado adelante con mi esposa y hoy por hoy se ha posicionado como un referente en el tratamiento de personas consumidoras de sustancias.
Actualmente, desde el ámbito público, he asumido otro desafío personal y profesional en mi vida. Ahora me desempeño como servidor público, fungiendo como Director Ejecutivo de la Comisión Nacional Antidrogas, entidad gubernamental desde la cual estoy poniendo todos mis conocimientos, experiencia y habilidades para poder crear políticas públicas encaminadas a trabajar de manera integral la problemática de las drogas en El Salvador.
Como país y como región es momento de destacar la importancia e impacto que, como jóvenes líderes podemos generar mediante nuestra participación activa y protagónica, sin importar factores socioculturales o económicos. Considero importante motivar y empoderar a personas que aún no saben o no han descubierto que tienen una gran capacidad de influenciar de manera positiva y dinámica a sus entornos. Personas que puedan influenciar a otros desde sus experiencias personales hasta compartir y construir juntos una nueva visión comunitaria y de país. ¿Por qué no trabajar por ella?
A partir de ahí la importancia y gran necesidad que existan espacios, foros o políticas públicas que faciliten la construcción de esa nueva visión, que existan espacios de desarrollo humano, social y familiar. Iniciando a partir de un activismo al interior de las comunidades, que estimule desde la población ese desarrollo local con un sentido de pertenencia. Me refiero a visibilizar a esas personas que pueden marcar una diferencia y dejar una huella positiva en la sociedad, la construcción de nuevos referentes o ideales de las nuevas generaciones.
Resulta casi una utopía hablar de un desarrollo humano, local, de país o regional sino abrazamos la necesidad y el deseo de navegar las aguas de la educación, entendida como el proceso sistemático de formación humana y de la inteligencia por medio del conocimiento que nos abre las puertas para un desarrollo integral. Considero importante remarcar que la actual pandemia de la COVID-19 si bien es cierto ha puesto a prueba al mundo entero, nuestro país El Salvador no ha sido la excepción, pero de la mano de las pruebas se presentan oportunidades.
Hoy por hoy el acceso a herramientas informáticas orientadas a la educación está más a la mano y con el tiempo serán más accesibles, lo cual nos abre una puerta muy interesante para aprovechar como sociedad ese tipo de oportunidades; con la tecnología las distancias se vuelven cortas, no existen fronteras para la interacción entre personas, no existe camino pedregoso para aquel niño que tendría que desplazarse en calle rural del pueblo. Sé que falta mucho, pero venimos de menos a más, incluso contamos con una televisión nacional que se encuentra en una actualización de equipo y contenido formativo al alcance de los más necesitados; sé que aún es poco, pero de la adversidad nacen oportunidades, que con el tiempo se van perfeccionando.
Soy fiel creyente que la adecuada educación, tomando en cuenta la globalización como uno de sus enfoques, es necesaria y básica para el desarrollo de una nación, para así también alcanzar esa integración centroamericana que tanto anhelamos y necesitamos. Son esos jóvenes, que aún no saben que son líderes, a los que estas iniciativas tienen que alcanzar, para empoderarlos y permitirles abrir un nuevo camino en el cual dejar huella.
Las nuevas tecnologías de la información y comunicación se están convirtiendo en un elemento clave en los sistemas educativos del nuevo milenio. Actualmente, resulta más difícil encontrar acciones educativas que no estén apoyadas en diferentes medios tecnológicos, y ello ocurre independiente del sistema educativo en el que se esté trabajando y de los contenidos que se estén desarrollando. Hoy día, existe una serie de aspectos relacionados con las nuevas tecnologías en lo referido a su producción y utilización educativa. Debemos analizar cómo el cambio tecnológico influye en el modo en que se accede a la educación mediante la cual se crea conocimiento.
Cada uno de estos elementos supone un avance técnico que abre nuevas posibilidades en cada contexto determinado, en el que la tecnología induce y provoca el cambio educativo. Este cambio tiene implicaciones en el diseño y contenido de las nuevas políticas educativas, que son atravesadas por el uso de las nuevas tecnologías de la información.
A estas alturas, sabemos que las tecnologías están afectando la realidad como la conocemos, por lo que se necesita identificar las variables que tienen implicación en la educación de estos tiempos. Los cambios vertiginosos que hemos vivido este último año (a raíz de la pandemia del coronavirus) han hecho que la tecnología esté al servicio de la educación; en este sentido, en los últimos años se ha venido vinculando con bastante frecuencia la idea de innovación educativa con la incorporación física de las nuevas tecnologías en los centros educativos.
Las tecnologías también están afectando el proceso educativo. Debido a la situación que atravesamos por la aparición de la COVID-19, la educación ha sido una de las áreas más afectadas. Actualmente, los sectores educativos pasan por una profunda reinvención. La educación fuera de la escuela, a través de soportes multimedia, de software didáctico, de televisión digital, es la tendencia. Los alumnos progresivamente pasan a un modelo de educación mediatizada y desde casa.
Actualmente, el ingreso de las tecnologías en el aula ya forma parte del pasado. Ahora las aulas están en las casas. ¿Cómo será el aprendizaje de un estudiante que ya no está en el colegio? ¿Qué tipo de proceso educativo es el necesario para jóvenes que están profundamente influidos por las nuevas plataformas tecnológicas? ¿De qué manera la innovación tecnológica está enterrando la educación presencial? Estas y otras preguntas solo tienen respuesta desde el diseño y la puesta en marcha de políticas públicas disruptivas, novedosas y vanguardistas.
Me compromete que en nuestro país sobra voluntad, en el entendido que hay mucho por hacer, porque al final “es más fácil construir niños y jóvenes fuertes que reparar adultos rotos”; me compromete el desgastarme para aportar en la creación de las herramientas necesarias para que las nuevas generaciones puedan construir proyectos de vida positivos y funcionales. Mi pasión consiste en poder dibujar una sonrisa sobre una tristeza y para que el alcance sea mayor, se requiere apoyo y espacios para esos nuevos líderes. Se necesitan esos nuevos influencers, necesitamos de ese activismo.
Frente a las imposiciones que los distintos gobiernos han hecho en nuestra sociedad, hoy se hace imperiosa la participación de la sociedad civil para influir en el desarrollo social y democrático de nuestro país. La acción ciudadana debe desarrollar actividades nacionales con el fin de que la intervención de la población coadyuve, progresivamente, al desarrollo de la nación con miras a una nueva, real y funcional integración centroamericana; qué mejor momento que de cara al Bicentenario de la Independencia de la mayoría de los países de Centroamérica y los 30 años del SICA.
La participación activa de la sociedad civil en las decisiones de país es el punto de partida para la profundización de la democracia, que presupone que la puesta en marcha de procesos participativos incorporados a la toma de decisiones institucionales genera efectos positivos que, de manera automática, mejoran la calidad democrática de un país.
Este fortalecimiento del sistema democrático, gracias a la participación activa de la sociedad civil, aparece reflejado en el debate existente hoy en día sobre las democracias y su valor como sistema que rige a una sociedad. Este punto histórico se expresa en las tensiones producidas por las transformaciones generadas por cambios sociales, económicos y políticos fruto de la globalización y el advenimiento de las nuevas tecnologías. Todo ello ha puesto de relieve las carencias y limitaciones de la organización institucional democrática, lo que nos obliga a fortalecerla.
Este debate parte, además, del reconocimiento de la existencia de una crisis política, más aguda hoy en los países que han experimentado con mayor dureza dificultades económicas, la crisis de la pandemia de la COVID-19 y la vulnerabilidad de nuestras sociedades producto del cambio climático.
En general, podríamos concluir que la percepción de crisis se ha encarnado sobre todo en un cuestionamiento de la representación política. Se expresa en un sentimiento de falta de confianza en los políticos, especialmente en los políticos de los partidos, por parte de una población que históricamente no se ha visto representada por ellos. Este aumento de la desconfianza ciudadana ha generado una crisis de legitimidad muy extendido en amplios sectores del país, estamos al frente de un nuevo cambio.
Se da por hecho que los políticos trabajan de espaldas a la ciudadanía y se basa en un tipo de relación que los alejan de ciudadanos cada vez más informados a través de nuevos medios y de las redes sociales. Sin embargo, aunque la crisis y la corrupción han contribuido a aumentar y extender de forma dramática la desconfianza en los políticos, este proceso se debe a cambios estructurales importantes, sociales, económicos y políticos que exigen reformas institucionales profundas. Es aquí donde la participación de la sociedad civil se vuelve esencial.
Las transformaciones desarrolladas en los últimos años plantean la importancia de nuevos enfoques de política más amplios, en lo que se refiere a la participación ciudadana. La búsqueda de soluciones más eficaces y legítimas posiciona a esta problemática en el centro de los desafíos de la gestión pública. En estos términos, la participación ciudadana aparece como un tema relevante en tanto instancia pública, capaz de movilizar espacios de representación.
El proceso de desarrollo local deberá hacer posible la generación de servicios e infraestructuras que mejoren la calidad de vida de los ciudadanos y además implica garantizar el bienestar colectivo o satisfacción de las necesidades humanas fundamentales. Por tanto, es necesaria la integración y cohesión social a través de la superación de formas de exclusión social o pobreza, por una parte, y por otra, garantizar y promover el desarrollo social integral nacional y de toda la región centroamericana.
La promoción y gestión de políticas, proyectos e iniciativas de desarrollo en contextos locales, requiere de agentes de desarrollo local, entendidos como quienes pueden capitalizar las capacidades locales en una tarea de mediación, promoción de alianzas y proyectos, articulación, contribución a la formulación de diagnósticos y diseño de estrategias y políticas públicas susceptibles de acoger todas las iniciativas para escalarlas rumbo a una integración regional.