J. A. Salvador Marroquín Díaz
Salvadoreño. Administrador de empresa y líder del movimiento Scout.

El escultismo en El Salvador tiene más de 100 años de existir. Muchos han escuchado el lema “Siempre listos”, tras diferentes generaciones. ¿Qué significa estar “Siempre listo”? Significa estar preparado para enfrentar la vida y todos los retos que tengamos con una actitud positiva, con pasión. Significa estar fortalecido y presto para enfrentar las peores catástrofes que se nos vengan encima y superarlas con una sonrisa y con la frente en alto. “Siempre listo” significa también rendirle honor a nuestros principios: compromiso para con Dios, la patria y el hogar.

Cierro los ojos y siento aun la fragancia envolvente de pinos y cipreses, la bendita felicidad al sentir el agua helada de un riachuelo, ¡y las picarescas salpicaduras de agua casi congelada, hacia mis compañeros! Recuerdo las canciones compartidas en fogatas nocturnas, gozando al máximo las aventuras de un campamento, en compañía de otros jóvenes, y la alegría de dormir y despertar en una tienda de campaña. Este fue el escenario mágico, en el que muchas personas fuimos formadas dentro del escultismo, desde temprana edad.

Fue una etapa de mi niñez y juventud que recuerdo con nostalgia, que definitivamente dejó una huella imborrable, que moldeó muchas facetas de mi personalidad y de mi forma de ver el mundo. Con un banderín en mano, como símbolo de liderazgo y de la responsabilidad de velar por el crecimiento formativo de mis pares, pude sacar a flote mucha de mi esencia, abriendo las puertas a un autodescubrimiento. Me di cuenta de facetas internas de mi ser, que hasta ese momento ignoraba por completo.

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Todo fue parte de un juego mágico, de una continua aventura que duraba aproximadamente cuatro horas cada sábado de forma presencial, a veces fines de semana completos, o inclusive varios días, cuando la vacación escolar lo permitía. Sin embargo, el compromiso de hacer el bien, de buscar convertirme en una mejor persona, era una tarea del día a día. Entre competencias sanas de juventud, y múltiples actividades que sería imposible recordar al cien por ciento, se introdujo dentro de mí un código de valores, que los Scouts llamamos Promesa y Ley Scout, y que se convirtieron en la columna vertebral de mi vida.

Producto del esfuerzo realizado y de las distintas pruebas alcanzadas, los Scouts íbamos ganando diferentes tipos de insignias. Las insignias eran un reconocimiento al empeño y al progreso alcanzado, no solo de forma individual, sino también de forma colectiva. Bien se dice que el escultismo es formación para la vida; intrínsecamente, cuando niños, aprendíamos que todo en la vida requiere esfuerzo. Aprendimos que para avanzar debíamos dar cada paso de un largo sendero, con férrea voluntad. Nos quedó muy claro que nada cae del cielo, sin que se hayan hecho los méritos suficientes.

¡Nunca olvidaré esas ceremonias, cuando los adultos que estaban a cargo de mi formación, me entregaban las insignias que con tanto esmero me había ganado! Son imborrables los recuerdos de esas palabras inspiradoras externadas por dichos adultos, durante las ceremonias de entrega de dichas insignias, que nos servían para toda la vida. Las insignias y condecoraciones recibidas no eran más que pequeños pedazos de tela con sencillos bordados, pero con un contenido simbólico invaluable ¡Qué orgullo sentía al momento de coserla en mi uniforme, y hacer la introspección de todo lo que me había costado obtenerla!

¡Qué grandiosos eran los campamentos! Cada campamento era único y lleno de aprendizaje, en cuanto vida al aire libre, compañerismo, liderazgo, espiritualidad, trabajo en equipo; sin embargo, hubo algo que aprendí y que quedó impregnado en mi ser. Caí en cuenta de lo poco que necesitamos para ser feliz. Terminaba cada campamento con dolores en cada parte del cuerpo, con raspones, picadas de zancudos, heridas y con un cansancio enorme. Cada patrulla se encargaba de llevar sus alimentos y cocinarlos; por ende, dependiendo de la creatividad y destreza del cocinero, nos alimentábamos con un banquete, o con comida requemada y escasa. Sin embargo, al final del día, nos inundaba la felicidad.

Aprendí que la felicidad depende de uno mismo, y de valorar y atesorar cada momento. La vida está llena de momentos de bonanza, pero también de momentos de muchas limitaciones. En un abrir y cerrar de ojos, nuestro mundo puede tener giros inesperados, pero esa montaña rusa que altos y bajos no debe rendirnos. No podemos permitir que los obstáculos nos lleven a tirar la toalla. Así como en esas caminatas sentíamos que se nos iba el alma y ya no aguantábamos las piernas, y las ampollas estaban a la orden del día…, así es justamente el sendero de la vida. Hay momentos ásperos en nuestra existencia, pero de nosotros depende disfrutar la escalada, y motivarnos sabiendo que cada paso que damos, nos acerca más y más a nuestra meta.

Hubo otro tipo de experiencias vivenciales que me marcaron grandemente. En situaciones críticas enfrentadas por el país, como tormentas tropicales y terremotos, los Scouts dijimos “Siempre listos” y nos volcamos a servir a la población, apoyando en centros de acopio, en logística, coordinando en la recepción y entrega de donativos. Desde la niñez se nos desarrolló esa sensibilidad y empatía ante el sufrimiento ajeno; comenzamos a sentir esa necesidad de decir “Siempre listos para servir”, al ver a alguien en apuros... y de hacer cuanto tuviéramos a nuestro alcance para marcar la diferencia.

Los testimonios de tantas vivencias dentro del escultismo en El Salvador son extensos; sin embargo, hay mucho desconocimiento sobre ellas. Hay mucha historia trazada, desde el año 1914, cuando el Movimiento Scout comenzó a dejar su huella en El Salvador, he tenido la oportunidad de escuchar historias de adultos mayores, en las que relatan cómo los Scouts tuvimos presencia en momentos históricos de nuestro país, de gran relevancia, y que comparto a continuación:

En la primera visita del Papa Juan Pablo II al país, en 1983, los Scouts de esa época asumieron la responsabilidad del manejo de la logística. La organización estuvo también presente, dando acompañamiento al Primer Diálogo por La Paz en 1984, entre el FMLN -FDR y los representantes del Gobierno. También, en la lamentable lluvia de balas ocurrida en el entierro del ahora santo, Monseñor Oscar Romero y Galdámez, los Scouts estuvieron listos para darle atención a personas heridas. Una vez firmados los Acuerdos de Paz, los Scouts estuvieron presentes en el momento en el cual ambos bandos entregaron sus armas. Nuevamente, fuimos una organización que le transmitió confianza, tanto al ejército como a la guerrilla, para proceder con dicha operación (Castro, 2015).

Después de haberme retirado del Movimiento Scout, me adentré en la etapa universitaria y comencé a llevar a la par, el trabajo y el estudio. Fue hasta este momento que caí en la cuenta de las múltiples destrezas y habilidades adquiridas, y desarrolladas en mi niñez y juventud dentro de los Scouts. Se me facilitaba trabajar en equipo, resolver y sortear dificultades, a buscarle lo positivo a cada reto, a no darme por vencido y luchar hasta la última instancia, a buscar la conexión con el creador, respetando y no desacreditando la fe y las creencias del prójimo.

Trabajar y estudiar no fue nada fácil; tanto las exigencias laborales como los requerimientos universitarios debían ser cumplidas a cabalidad, en tiempo y forma. En cada desvelo, cuando sentía que ya no daba más, hacía memoria de esas caminatas largas y cansadas de mi niñez, con mochila al hombro. Recordaba que rendirme a medio camino no era opción, y que esos límites expresados con un “ya no puedo más”, solo existían en mi mente, y que absolutamente todas esas experiencias retadoras habían culminado con éxito. Después hacer memoria de dichas remembranzas, rápidamente recuperaba el aliento, y seguía adelante con las labores y estudio, con una sonrisa en el rostro y con el optimismo necesario para cruzar la meta.

Más adelante, al consolidarme como profesional en Administración de Empresas, al cursar mis dos maestrías, y ejercer diversos roles y cargos por voluntad del creador, ha estado latente la influencia del joven Scout de mi pasado. Ha estado presente ese joven Scout que se transformó en el adulto que soy hoy en día, pero que sigue vivo y vinculado con mi mente y corazón. Ese niño me ha mantenido vivo y recordándome en cada momento ese código de moral y de virtud, que con mucho esfuerzo debemos luchar por cumplir.

Finalmente pude darme cuenta, ya viéndolo todo de forma holística y con ojos de adulto, que haberme sumergido en este proceso de formación en mi niñez, había sido una verdadera bendición, y que tenía el deber y la obligación de regresar y devolvérsela a las nuevas generaciones. La formación dentro del escultismo, sin habérmelo percatado, había moldeado mi vida y la de mis pares. Aprendimos que el futuro lo definimos nosotros, con base en nuestra entrega, lucha constante e incesante voluntad.

Para transformar el mundo debemos comenzar por transformar vidas. El Movimiento Scout brinda ese entorno mágico que los jóvenes necesitan para convertirse en la mejor versión de sí mismos; yo lo pude vivir en carne propia. Ese mundo de caminatas, de campamentos, de nudos y destrezas al aire libre, no es más que la plataforma y/o escenario donde nosotros los Scouts nos torneamos y contribuimos al desarrollo de los jóvenes para que alcancen su pleno potencial físico como individuos, en “seis áreas de crecimiento que son: creatividad, corporalidad, espiritualidad, sociabilidad, carácter y afectividad.” (Organización Mundial del Movimiento Scout, 1995).

Para tener grandes frutos hay que comenzar por sembrar las semillas. Es importante contar con una nueva generación de jóvenes que reciban un grado de formación que trascienda lo académico. La formación que reciban deberá vincular aspectos lúdicos desde temprana edad, de forma complementaria a la educación formal recibida en la escuela y a la instruida en el hogar. Logrando impulsar el crecimiento del Movimiento Scout, a nivel regional, podríamos contribuir grandemente para alcanzar este objetivo, ya que por más de cien años se ha caracterizado por formar personas que han dejado huellas positivas en la humanidad.

La mejor manera de impulsar un cambio contundente y de impacto, es trabajar con las bases… es decir, con la juventud. Indistintamente el sector del país donde los jóvenes hayan nacido, se deben impulsar programas educativos a gran escala que fomenten valores, resiliencia, respecto, honor, un espíritu fraterno, entre otras, desde edad temprana. Para transformar un país, debemos enfocarnos en los cimientos morales.

Son numerosos los testimonios de niños y jóvenes que, en un inicio, mostraban inseguridades, dificultades para trabajar en equipo, temores, entre otros, y al comenzar a recibir la formación impulsada por adultos voluntarios, empiezan a dejar atrás todo eso que les impide sacar al mundo su verdadero potencial. Paulatinamente se van convirtiendo en líderes que transmiten pasión, esperanza, y con el nuevo brillo en sus ojos enfrentan su vida con alegría, convencidos entre que no hay imposibles.

Por otra parte, se va dejando de lado el “individualismo” y creamos conciencia desde pequeños, que somos parte de “un todo”. Conectarnos con la creación, y llevar a la práctica y de forma continua lo aprendido, nos permite convertirnos en personas que dejan huellas y en transformadores positivos de nuestro entorno.

En la historia de la humanidad, hemos visto países que han caído, pero que han logrado, a base de esfuerzo, visión y una buena conducción, trascender y ser potencias mundiales. Nuestra región centroamericana cuenta con muchas bondades, las que siendo potenciadas adecuadamente podrían catapultarnos a ser referentes a nivel latinoamericano y mundial. ¿Qué tal si el espíritu apasionado y luchador de nuestra gente se viera acrecentado con la riqueza del escultismo? ¿Qué tal si tuviéramos más personas en nuestra región plagadas de estas destrezas y habilidades y que día a día tuvieran la convicción de contribuirle a la sociedad y de apoyar y servirle a otros sin esperar recompensa?

Es una gran oportunidad que tenemos, de crear múltiples caminos dentro de la penumbra. Sueño con un El Salvador diferente y con una región centroamericana que demuestre con hechos que, en efecto, no hay imposibles. Veo con mucha ilusión y esperanza la gran cantidad de organizaciones juveniles que se han conformado en los últimos años y sé que, trabajando de la mano y en forma articulada, podremos darles la posibilidad a nuestros nietos, que vivan en una región soñada, que para nosotros hoy por hoy es simplemente una utopía.

Definitivamente es grande la contribución que el Movimiento Scout le puede ofrecer a nuestro país, pero igualmente grande es el empuje que se le debe de dar a la institución para mantenerla viva. Esa llama que aún se encuentra latente, y que mencioné al inicio de mi relato, fue lo que me hizo regresar y asumir un nuevo rol dentro de la Asociación de Scouts de El Salvador. En estos momentos me ha tocado servirle al Movimiento, siendo el presidente de la organización.

Los cargos y nombramientos van y vienen, nada se mantiene estático en el tiempo, pero una de las cosas que aprendí cuando niño, es que las oportunidades que Dios le brinda a uno para hacer la diferencia, hay que aprovecharlas al máximo. En esta oportunidad que se me ha brindado de servir, estamos poniendo el mayor esfuerzo posible, para darle sostenibilidad a nuestra Asociación Scout centenaria. El camino es difícil y arduo; me encuentro en un paralelismo como el vivido en mi niñez. En estos momentos, no estoy ganándome insignias, pero sí luchando por abrir puertas trascendentales para la juventud.

¿Se puede transformar el mundo? ¡Por supuesto que sí! La Visión de la Organización Mundial del Movimiento Scout plantea lo siguiente: “para el 2023, el Movimiento Scout será el movimiento juvenil educativo líder en el mundo, permitiendo a 100 millones de jóvenes convertirse en ciudadanos activos, creando un cambio positivo en sus comunidades basado en los valores compartidos.” (Organización Mundial del Movimiento Scout, s.f.)

La Asociación de Scouts de El Salvador ha alineado sus esfuerzos e iniciativas con la meta fija en adaptar los planteamientos de la Organización Mundial, a nuestra realidad de país. Paso a paso vamos labrando ese nuevo camino de esperanza para que más jóvenes puedan vivir experiencias gratificantes pero, sobre todo, fructíferas en los cambios actitudinales, desarrollo de destrezas, habilidades y competencias que son tan vitales en el mundo que vivimos.

Los problemas que enfrentan nuestros países no son más que oportunidades de mejora. Cada segundo que aprovechamos para construir, es un corazón, una mente, una vida más que tenemos la posibilidad de transformar. Solo podemos curar las heridas de nuestra región, de adentro hacia fuera. Para transformar el mundo, debemos comenzar transformando vidas. El Movimiento Scout cuenta con todos los elementos para dejar un legado importante.

Fortaleciendo y promoviendo la expansión territorial del mismo, y por supuesto, articulando esfuerzos con instituciones gubernamentales, organizaciones juveniles y otras afines, tendremos a la vista, en los próximos veinte años, un nuevo amanecer. Démonos la oportunidad de soñar, y con esfuerzo, otorguémosle el privilegio a más jóvenes de experimentar este juego mágico, que sin duda les permitirá contribuir a cambiar el mundo. ¡No permitamos que el calor del sol nos queme y que los retos nos atemoricen! Orquestemos esfuerzos y sigamos manteniendo en nuestros corazones esas esperanzas. Tenemos en nuestras manos la posibilidad de construir un país y una región diferente; ¡tomemos con coraje y valentía nuestro rol, y hagamos historia!

¿Quién no desearía tener una ciudad, un país, una región y un mundo plagado de ciudadanos que no esperen recompensa alguna al momento de servir? ¡Qué sueño sería contar con una sociedad plagada de seres humanos empáticos con el sufrimiento de nuestros semejantes, tenaces, luchadores, trabajadores, creativos, respetuosos con las creencias e ideologías ajenas, y líderes que vivan y orienten sus vidas basadas en un código de honor! En eso consiste esta escuela de moral y de virtud que se llama Movimiento Scout. ¡Mientras más Scouts tengamos, habrá más manos y más personas dispuestas a cambiar el mundo!

Referencias:

Castro, R. (22 de mayo de 2015). Diariolatino.net. Obtenido de http:// diariolatino.net/?p=2893

Organización Mundial del Movimiento Scout. (s.f.). Scouts.org. Obtenido de https://www.scout.org/es/node/139

Organización Mundial del Movimiento Scout. (1995). Objetivos Educativos del Movimiento Scout. Santiago: Oficina Scout Interamericana.

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