Mirada de una joven afrohondureña sobre las problemáticas que afectan a las mujeres de la región

02/08/2022
Bertha O. Dolmo Moreira
Hondureña. Afrofeminista, activista afrodescendiente y migrante hondureña.

La violencia contra las mujeres y niñas es uno de los principales problemas en toda la región, por ello es necesario concientizar y reflexionar si se quiere terminar con ella. De acuerdo con el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), “las altas tasas de violencia por razón de género hacia este grupo de población, no permiten el desarrollo de su vida de manera integral, digna y con la posibilidad de ejercer plenamente sus derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales”.

Recuerdo que tenía alrededor de 6 años cuando empecé a tener consciencia de lo que pasaba recurrentemente en casa. Por las noches, mientras mis hermanos dormían, y la puerta de mi habitación quedaba entreabierta, observaba mediante las sombras las agresiones de mi papá hacia mi mamá, quien intentando esquivar los golpes, se quejaba en voz baja para que no escucháramos.

Mientras pasaban los años, la imagen de familia perfecta se disfumaba. Aquella situación traumática se volvió regular al punto de normalizarse, hasta que un día, mi papá murió, a causa de la delincuencia que envuelve al país, y desde ese día las agresiones físicas diarias terminaron pero con el tiempo quedaron los recuerdos, las secuelas, que van afectando tu confianza y autoestima dejándote marcas para toda la vida; por ejemplo, las llamadas a casa y las notas por parte de los profesores, refiriéndose a que era distraída, que no prestaba atención en clases, el cambio de escuelas, los problemas de adaptación y un sin número de tutorías recibidas después de clases eran apenas algunas de las cosas en las que las escenas de mi infancia me habían afectado.

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Muchas cosas las asimilé años después de que mi papá partiera, casi de manera automática, sin darme cuenta; saliendo de mi etapa infantil empecé a sonreír a todos, cambié esa página, pasé de introvertida a extrovertida. Por alguna razón me sentía más segura, más atenta, dando como resultado la excelencia académica que me permitió ser abanderada durante las marchas del 15 de septiembre. Dicha seguridad contribuyó a que participara en distintas actividades como canto y actuación. Allí, como por acto de magia, entendí que yo sí podía lograr lo que me propusiera.

Son muchos los niños de la región centroamericana que al igual que yo son criados en círculos de violencia doméstica, por lo que se ven afectados comprometiendo su futuro. Tanto mi madre, mis hermanos y yo éramos víctimas de un hogar de tormento, de un sistema que protege al agresor. En Honduras, el 25 de junio del 2020 entró en vigencia un nuevo código penal con bases netamente patriarcales, en donde la desprotección hacia la mujer y los niños ante las agresiones, el abuso sexual y la violencia doméstica es aún mayor, considerando que todas las penas sobre los agresores se redujeron en comparación a códigos anteriores, atentando contra la equidad que se intenta lograr.

Con el traspaso a la adolescencia pasé a preguntarme por qué mi mamá se quedaba, por qué ella soportaba y sus denuncias no eran escuchadas. Los días evidentemente tenían que transcurrir hasta que sucediera lo peor.

En una nota de la periodista Lenny Castro para la Voz de América (VOA), desde enero de 2018 a agosto de 2019, se registraron 2,200 femicidios; es decir, en promedio una mujer es asesinada cada 23 horas, según los datos revelados por el Observatorio de Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (Castro, 2020).

Es fuerte encontrarme con estas estadísticas al comprender que tanto mi madre como muchas mujeres conocidas podrían formar parte de ellas, teniendo en cuenta que tres de las cuatro tasas más altas de femicidio de América Latina se registran en Centroamérica. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Honduras posee una tasa de 5.1 mujeres asesinadas por cada 100 mil habitantes, por debajo de El Salvador, que presenta un promedio de 6.8 mujeres asesinadas y seguido de Guatemala con 2.0 respectivamente, por cada 100 mil.

Es fundamental destacar y reconocer los logros femeninos, admitir el valor del rol de la mujer en la sociedad, tanto a nivel del hogar como en lo profesional. Una forma sería dándole mayor lugar y oportunidades respecto a espacios políticos, en donde formen parte de la toma de decisiones, ejerciendo en cualquier ámbito social, respetando al género femenino, que debería de existir por el simple hecho de ser persona.

La libertad de expresión es un megáfono social para que las problemáticas que le aquejan al pueblo sean escuchadas y atendidas. Vivir en Argentina experiencias universitarias y laborales, entre otras, ha representado para mí un gran aprendizaje en el plano académico y en el personal. Además, me permitió generar críticas comparativas con respecto a mi país de origen. Por eso lo que más me impactó al llegar fue ver cómo se expresaban libremente, cómo las personas salen a protestar a las calles hasta conseguir su objetivo, sin importar la edad y la temática por la que se luche. De donde yo vengo, por querer expresarse, han muerto cientos de periodistas y civiles, en donde las mujeres no tienen voz ni siquiera en sus hogares.

Considero que promover la integración familiar debe ser la base fundamental de la construcción de la región, en donde se les permita y les garantice a las mujeres desenvolverse en cualquier área profesional o social con respeto e igualdad; con libertad de expresión, con igualdad de derechos, viviendo sin miedo, con la seguridad de poder avanzar en todas las áreas de formación como mujeres libres, capacitadas, con valores y principios, en formación y crecimiento constante.

Para efectuar la misión de cambiar las limitantes a las que se enfrentan las mujeres, debemos; en primer lugar, modificar las miradas iniciando por transformar la mentalidad conformista y negativa ya naturalizada, generando un pensamiento colectivo con base en el reconocimiento de la igualdad de género. Las mujeres deben de formarse, capacitarse sobre los conocimientos necesarios para trabajar colectivamente de manera inteligente en la lucha y la defensa de nuestros derechos. Una víctima debe sentirse respaldada y protegida por las autoridades y por otras mujeres, compartiendo esa unión de género.

Como mujer afrohondureña-garífuna veo cómo niñas, jóvenes y adultas se ven afectadas ante la sociedad por su condición, que promulga el sistema machista, por la falta de independencia económica, de oportunidades y el poco lugar que se le da en la sociedad, empeorando así para las mujeres pertenecientes a los pueblos garífunas en donde se les suma el racismo y la discriminación por algo tan absurdo como el color de piel.

Las mujeres afrodescendientes a través de la historia transitan una vida de lucha y resistencia contra el patriarcado y el racismo. Desde que nacen batallan contra eso, como si tuvieran que hacerlo y no solo bastara con ser aceptadas como igual. La búsqueda de equidad racial es una situación que persiste en el mundo desde hace muchos años, impulsada por la gran cantidad de organizaciones e instituciones que velan por el respeto, la representatividad y reivindicación del pueblo afrodescendiente.

La idea de que “el racismo no existe” se basa en invisibilizar la temática, argumentando de que no ocurre, sin hacer conciencia verdaderamente y no notar que de manera implícita perjudica al desarrollo de la región, ya que, la cultura garífuna ofrece variedad de riquezas. Las mujeres afrodescendientes somos objetivo frecuente de comentarios y preguntas que nos denigran. Los ejemplos más comunes son frases como: “me gustan las negras porque son fogosas”, “¿te molesta que te digan negra?” (tener que recalcar que también llevamos un nombre de nacimiento); “solo sirven para cocinar y bailar”; “andas despeinada” (comentario ante un cabello afro natural), entre tantas otras.

Honduras es un país multicultural en donde los garífunas aun siendo la minoría aportan un enriquecimiento cultural bastante representativo en la población nativa y extranjera, también turísticamente por las extensas maravillas naturales de las costas en donde habitan.

Sin embargo, entre tanta belleza se envuelve la historia de las mujeres garífunas que han sido olvidadas con el tiempo, que también se ven perjudicadas por la falta de recursos para poder desarrollarse independientemente.

El 17 de julio del 2020 fui una de las protagonistas del taller de incidencia política del Centro de Promoción en Salud y Asistencia Familiar (CEPROSAF) al presentar una propuesta basada en la realización de organizaciones que fomenten la creatividad y destrezas manuales, mediante tecnicaturas y cursos para promover el emprendimiento de la mujer garífuna enseñándoles a elaborar, promocionar y manejar adecuadamente las finanzas de sus productos con el fin de generar la independencia económica mediante instituciones que se establezcan de manera permanente en las comunidades y no solo en las ciudades. Dicha propuesta fue presentada a las diputadas Ashanty Crisanto y Kenia Montero.

La autonomía económica contribuye a que las mujeres puedan participar por igual en el hogar, alcanzando una mejor calidad de vida para ellas y, por consecuencia, para sus hijos. De este modo también formar niñas con una visión de empoderamiento colectivo, que puedan valorarse, sentirse que son capaces de lograr cualquier objetivo que se propongan.

En las comunidades, los problemas no terminan allí, sino que también existe la persecución y la criminalización por defender las tierras. Son despojadas de sus hogares, y deben luchar cuando grandes empresas desean construir complejos hoteleros en los territorios garífunas. En el último tiempo, se han presentado, decenas de secuestros y desapariciones de activistas garífunas de las que los medios de comunicación no hacen eco como deberían.

La activista y coordinadora de la Organización Fraternal Negra Hondureña (OFRANEH). Miriam Miranda asegura que:

Nos persiguen, capturan y demandan por usurpar un territorio que hemos habitado por cientos de años. Exigimos que cese de una vez por todas la persecución de parte del Estado; que se deje de aprobar leyes que atentan contra nuestros pueblos, territorios y bienes comunes; que se respete el derecho a la consulta previa, libre e informada de los pueblos.

Las mujeres garífunas dedican buena parte de su tiempo a la agricultura, a la preparación y venta de casabe, pan, mariscos y aceite de coco sobre todo en los pueblos. Sin embargo, ante la llegada de megaproyectos turísticos que venden la idea de que por medio de ellos se brindara desarrollo generando empleos a los habitantes, aunque quedan en promesas incumplidas, aprovechándose de la poca educación, falta de oportunidades y desprotección por parte del Estado, dejándolas totalmente vulneradas y a la deriva. Viéndose una vez más amenazadas por defender los territorios y la naturaleza que les ha pertenecido por años.

Si bien estas temáticas afectan a todos por igual, la mujer es la principal víctima y por consecuencia las nuevas generaciones. Destacando que son muchas las madres solteras que son el pilar del hogar, pero también son muchas las que dependen de su cónyuge aferradas a un círculo machista, vendadas por un sistema de “normalidad”, que les impide abrir sus ojos para reconocer que lo viven.

Soy una mujer afrodescendiente nacida en la capital hondureña, criada en distintas ciudades. No hablo mi lengua natal y de manera indirecta fui alejada de mis raíces como muchos otros garífunas que se establecieron en las distintas ciudades del país. Y aunque siempre tuve claro mis orígenes, a medida que fui creciendo, me fui dando cuenta del inmenso valor de lo que representa ser garífuna y que, debido a las migraciones, las necesidades económicas y la falta de oportunidades, corremos el riesgo de perder el arraigo totalmente, pero la cultura es tan rica que es fortalecida por la notoria lucha de nuestros pueblos, familiares y distintas organizaciones afrohondureñas por reconocernos como tal.

Mientras fui creciendo y haciendo conciencia de lo que las mujeres de nuestra región viven a diario, formé un escudo en el que mi condición de mujer afrodescendiente, no me limitaría. Emigré a la Argentina donde culminé mis estudios, preparándome para mi crecimiento personal y académico. Empecé a trabajar desde temprana edad, a buscar oportunidades y todas aquellas herramientas que me permitieran no repetir la historia de mi infancia, asumiendo que eso me daría el poder y el manejo de mí misma.

Trabajar y estudiar a la vez para llegar a ser una odontóloga no fue una historia fácil. Es un reto al que me he enfrentado. Sin embargo, Dios siempre ha abierto puertas, poniendo personas a mi lado a las cuales agradezco mucho, ya que, me han apoyado inmensamente para lograr mis objetivos. Quienes oramos desde niñas, creemos en un ser supremo que brinda caminos para seguir adelante, que cambian tu vida, si decides ser dueña de tu destino.

Yo tengo la posibilidad de seguir cambiando mi historia y deseo que muchas jóvenes también las tengan, que puedan ser autoras de historias con oportunidades y que sean pilares de aquellas que han perdidos las esperanzas ante un país que las limita. Como mujer afrodescendiente, garífuna, deseo que maduremos en valores y educación para erradicar el racismo, la discriminación y la violencia de todos los pueblos que constituyen Honduras y el resto de la región.

Referencias:

Castro, L. (6 de marzo de 2020). Centroamérica una de las regiones más violentas en el mundo contra las mujeres. VOA. https://www.voanoticias.com/ america-latina/centroamerica-una-de-las-regiones-mas-violentas-en-el-mundo-contra-las-mujeres

Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). (2019). La medición del feminicidio o femicidio: desafíos y ruta de fortalecimiento en América Latina y el Caribe. Observatorio de Igualdad de Género. https://oig. cepal.org/sites/default/files/femicidio_web.pdf

Sistema de la Integración Centroamericana. (2013). Seguridad y género en la Agenda de Seguridad Regional. Estrategia de Seguridad de Centroamérica. SICA. https://www.sica.int/esca/genero.aspx

Trucchi, G. (25 de mayo de 2017). Mujeres indígenas y negras hondureñas en defensa de su cultura, territorios y bienes comunes. América Latina en movimiento. https://www.alainet.org/es/articulo/185715

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