Oscar J. David Lizama M.
Salvadoreño. Diplomático. Catedrático Universitario. Funcionario del Estado.

La integración regional como una aspiración comunitaria ha tenido su propio desarrollo histórico, comenzando desde la propia conformación de los Estados centroamericanos, proceso influenciado por la esencia cambiante del contexto internacional, el cual ha influido en su proceso de desarrollo. Asimismo, los diferentes sectores económicos nacionales han sido influenciados por estos constantes cambios, entre los que se resaltan los espacios marítimos y portuarios, directamente proporcionales al desarrollo de los países.

Al hablar de desarrollo, podemos imaginar un sin fin de escenarios, de proyecciones, de análisis prospectivos y todos quisiéramos que la suerte nos sonría y que los dirigentes de los países de la región, especialmente de El Salvador, adoptasen las decisiones correctas. Ese es el reto, ese es el verdadero escenario; sin embargo, una adecuada prospección debe tomar en cuenta las bases en las que se cimienta y, por consiguiente, dar una mirada al pasado bajo la lógica de conocer el camino que hemos recorrido, conocer en dónde estamos y visualizar el futuro para la región que viene y en qué parte de ese futuro queremos estar.

El año 2020 ha sido un parteaguas de la historia contemporánea de la humanidad, lleno de sorpresas inimaginables como el surgimiento del virus SARS-CoV-2 que ocasionó la pandemia por COVID-19; las declaraciones de países como Japón cuyo Gobierno expresó a inicios del mes de mayo estar preparando un protocolo de actuación dentro de sus planes de defensa, ante el hipotético encuentro de sus fuerzas armadas con ovnis (Santirso, 2020). Asimismo, paralelo a todos estos eventos, la región cumplió veintinueve años de la conformación del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA) y sesenta y nueve años desde que se inició el proceso de integración centroamericana bajo un esquema institucional, a través de la Organización de Estados Centroamericanos (ODECA).

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Los países de la región de Centroamérica poseen una gran cantidad de aspectos en común como historia, idioma, tradiciones, aspiraciones, pero también riesgos y amenazas tanto sociales como naturales; por ejemplo, en noviembre de 2020, la región sufrió el embate de los huracanes ETA e IOTA. Su destructivo paso afectó a miles de personas; lo que, a su vez, generó una de las mayores movilizaciones de cooperación intrarregional. Esta movilización de apoyo y de recursos se ejecutó en el marco de la implementación de acuerdos regionales. Para detallar, se puede mencionar el envío de ayuda humanitaria de El Salvador a Honduras y Guatemala, vecinos que fueron duramente golpeados por estos fenómenos climáticos.

Por otra parte, es oportuno mencionar que en el año 2021 todos los países centroamericanos conmemoran el Bicentenario de su independencia. Es bajo este contexto de unidad que vale la pena mirar hacia el pasado y hacer una breve revisión del camino que hasta la fecha hemos recorrido como región, para responder en dónde nos encontramos en este momento y hacia dónde quisiéramos llegar en las próximas décadas.

En el caso del proceso de integración regional, el primer esfuerzo integracionista posterior a la independencia de España y la desintegración del imperio mexicano fue la creación de las República Federal de Centro de América, con el cual la región, según Pinto (1987), pasaba a formar parte del conglomerado mundial de Estados y naciones (p. 3). Sin embargo, la iniciativa no resultó como había sido planteada y paulatinamente se unificó la región tal como la conocemos hoy en día, con Estados independientes.

A mediados del siglo XX (el 14 de octubre de 1951) se inició un proceso de unificación con la conformación de la Organización de Estados Centroamericanos (ODECA); a través de la cual se pretendía, entre otros aspectos, implementar el Mercado Común Centroamericano, resultando en un período de bonanza económica para la región; no obstante, debido a diferencias entre países vecinos, este proceso se detuvo en el año 1969 con el inicio de la Guerra de Legítima Defensa1. Posteriormente, el proceso integracionista sufrió su mayor modificación con la suscripción del Protocolo de Tegucigalpa a la Carta de la ODECA el 13 de diciembre de 1991, dando paso al actual Sistema de la Integración Centroamericana (SICA).

Desde la creación del SICA, la sociedad internacional ha sufrido importantes transformaciones, tales como la consolidación de un mundo unipolar con la caída del muro de Berlín y la desintegración de la URSS2; por otra parte, se generó un cambio en paradigma de la seguridad internacional con el ataque a las torres gemelas (Nueva York) en el 2001, la Unión Europea se conformó como bloque regional y se puso en circulación el euro como moneda en el 2002; dejando en evidencia la importancia de la conformación de los bloques regionales para la atención de problemáticas globales.

Bajo ese contexto, existe una serie de nuevos desafíos internacionales para los cuales la región SICA debe estar “lista”; entre algunos de estos desafíos se puede mencionar las prospecciones o megatendencias que marcarán la pauta de hacia dónde se dirigirá el mundo durante los próximos años, destacando: 1) la diversificación de la matriz energética hacia nuevas energías renovables, 2) el envejecimiento y baja tasa de natalidad de algunos países desarrollados, afectando su sistema previsional y su economía, 3) la región de Asia se convertirá en el nuevo centro económico global, 4) el desarrollo de cuarta revolución industrial, 5) el crecimiento de las ciudades y aumento de la población urbana mundial, entre otras.

Se espera que estas megatendencias, modifiquen el espectro político y económico mundial, razón por la cual la región centroamericana no está exenta de este proceso de transformación; por lo cual, los Estados de la región y el propio Sistema de Integración deben adaptarse de una forma rápida, siendo más proactivos que reactivos. Como parte de los retos que la región debe considerar para adaptarse a estos cambios internacionales se encuentra: el desarrollo de una institucionalidad robusta con capacidad de adaptación a las transformaciones, un acercamiento de la integración a la población, pero sobre todo un relevo generacional; paralelamente, cada Estado miembro del SICA debe impulsar su propio proceso adaptativo nacional.

En el caso particular de El Salvador, este país ha iniciado un proceso de transformación impulsando inversiones en proyectos estratégicos como un nuevo medio de transporte en toda la zona costera (tren del pacífico), mejoramientos en la red vial, desarrollo de importantes proyectos costeros de atracción turística bajo “Surf City”, la construcción de un nuevo aeropuerto, así como la ampliación de la capacidad del puerto de Acajutla, entre muchas otras incitativas de desarrollo.

El Salvador no ha sido el único país en desarrollar un proceso adaptativo, cada uno de los países de la región centroamericana, desde su propia realidad, han impulsado procesos de desarrollo de sus naciones. Como se ha mencionado anteriormente, uno de los desafíos de la región SICA es la búsqueda de una unificación de políticas y la búsqueda de nichos con capacidad de desarrollo. Para los próximos veinte años la región en conjunto puede posicionarse como una zona estratégica mundial, como el “cinturón de América”.

Uno de los nichos con gran potencialidad y del cual poco se discute es el desarrollo de la capacidad marítima y portuaria de los Estados. Desde los inicios de la humanidad el mar ha representado una gran capacidad de desarrollo de las sociedades ya sea para obtener alimentos o recursos, como también para el comercio y transporte de personas. No obstante, en el caso de la región SICA uno de los grandes desafíos ha sido volver la mirada al mar y verlo como una oportunidad, como una visión real de desarrollo.

Si bien no es un trabajo fácil, debido a la resistencia al cambio, algunos países de la región han dado sus primeros pasos para dejar de lado la visión cortoplacista de desarrollo y retomar los elementos que mejor convengan. Como ejemplo de ello, el pasado 1 de septiembre de 2020 se suscribió entre El Salvador y Costa Rica un Memorando de Entendimiento, con el objetivo de desarrollar y dinamizar el transporte marítimo de cabotaje entre ambos países y posteriormente, trasladarlo al plano regional, con lo cual se prevé crear una alternativa factible, ágil y segura al transporte de carga regional.

Vale mencionar que para el caso salvadoreño y de la región SICA el desarrollo marítimo y portuario ha sido dispar; por un lado, encontramos a Panamá con uno de los pasos marítimos más importante a nivel mundial y además; es uno de los países con mayor cantidad de buques inscritos bajo su bandera y por el otro lado, se encuentran todos los demás países centroamericanos, compitiendo unos con otros por un desarrollo portuario y naval.

Ahora bien ¿Por qué las nuevas generaciones deben prestar atención a estos elementos? En primer lugar, de acuerdo con la CEPAL (2016), vivimos en una región joven que se encuentra ante una oportunidad única de aprovechar su bono demográfico (p.16). Esto implicaría que a la vuelta de la esquina estemos sufriendo de un relevo generacional que beneficiará el crecimiento económico, contrario a países como Japón o los países de la Unión Europea que, de acuerdo con las tendencias, estarán experimentando un considerable envejecimiento de su población.

Sin embargo, el bono demográfico joven por sí mismo no será capaz de generar esa dinámica de crecimiento, si El Salvador y sus vecinos centroamericanos no generan las condiciones de empleabilidad y de formación oportuna. Es justo bajo esta perspectiva y con base en las tendencias globales que como institución apostamos a la búsqueda de la generación de oportunidades potenciando un cambio paradigmático en el quehacer marítimo y portuario mediante la generación de una cultura marítima, conceptualmente hablando, dejando de ser un país continental-marítimo y pasar a una visión marítimo-continental. Para lo cual se proyecta el posicionamiento del país en el ámbito internacional como un ejemplo en el manejo y la regulación de las actividades marítimas y portuarias; asimismo, la búsqueda de la formación de jóvenes como marinos mercantes como una profesión es una prioridad.

El sector marítimo es un tema del que en El Salvador y la región poco se habla y se conoce; sin embargo, es fundamental para el desarrollo de los países y las políticas de desarrollo nacionales que sean implementadas. Alfred Maham, quien fue un marino del siglo XIX con una visión prospectiva y geopolítica del mar, en términos generales expuso a través de su libro La Influencia del Poder Naval en la Historia (2007, el libro original fue publicado en 1980) que los Estados que habían alcanzado un desarrollo significativo, se debía en gran manera a que habían logrado fortalecer su flota naval. Consideraba, además, que con el desarrollo de una marina mercante sólida las rutas comerciales podrían crecer y explotar así la riqueza de los mares y del mundo.

Recientemente, la pandemia por coronavirus recalcó la importancia que el sector marítimo posee, ya que, con el cierre de aeropuertos y fronteras, el comercio marítimo fue el único que se mantuvo intacto a nivel mundial. Es por esta razón que las instituciones regionales y nacionales deben enfocar sus esfuerzos en modernizar la logística portuaria y trascender con la incorporación de tecnología para hacer más eficientes y ágiles los procesos.

A manera de conclusión y como señalamiento crítico es de resaltar que desde el inicio del proceso integracionista, el enfoque ha estado centrado en una visión institucional que ha dejado en segundo plano lo que pudiésemos denominar como la integración real, practicada desde antes de la desintegración de la Federación Centroamericana, y que está basada en la integración de las personas, de las parejas, de las familias y de todos aquellos que son, como bien lo define la Constitución de El Salvador, en su Art.1 “… el origen y el fin de la actividad del Estado…”. El lector de este articulo podrá revisar su árbol genealógico y confirmar que es muy probable que posea familiares con una nacionalidad centroamericana diferente a la suya, este fenómeno podríamos denominarlo proceso de integración real.

Aún falta mucho esfuerzo desde la institucionalidad para promocionar, entre la población, ese regionalismo de pertenencia hacia Centroamérica; respecto a esta afirmación, León (2003) expresa que ya no es discutible la conveniencia o inconveniencia de que los centroamericanos nos integremos, unidos tenemos una pequeña posibilidad de subsistir como productores industriales; pero separados, débiles y fragmentados, estamos condenados a ser manipulados como meros consumidores o mano de obra barata para la globalización (p. XI).

En el caso de El Salvador y la región SICA, el compromiso de las nuevas generaciones con las transformaciones positivas debe ser crucial, brindando desde la institucionalidad las mejores opciones de empleo y empleabilidad para la gente de mar, viendo en los océanos una real oportunidad de desarrollo. Debe incorporarse una identidad regional con una visión desde los jóvenes que incluya una cultura marítima regional, únicamente de esa forma, impulsaremos las transformaciones con las que podremos afirmar, desde la perspectiva regional, “Centroamérica para los centroamericanos”.

Referencias:

León, A. (2003). El Anti-Integracionismo en Centroamérica. Managua: Imprimatur Artes Gráficas.

Mahan, A. (2007). Influencia del poder naval en la historia. Editorial Ministerio de Defensa (año de publicación del libro original, 1890).

OCDE/CEPAL/CAF. (2016). Perspectivas económicas de América Latina 2017 juventud, competencias y emprendimiento. Paris: OECD PUBLISHING.

Pinto, J. C. (1987). El intento de la Unidad: la República Federal de Centroamérica (1823 - 1840). Mesoamérica, 13, 3-9.

Santirso, J. (15 de mayo de 2020). Japón se prepara por si llegan los ovnis. El País. Recuperado el 5 de noviembre de 2020, de https://elpais.com/ internacional/2020/05/14/mundo_global/1589444511_365700.html

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