La edición número 21 del campeonato mundial de Taekwondo se celebró en Puebla , México, entre el 14 y el 21 de julio del año 2013, bajo la organización de la Federación Mundial de Taekwondo (WTF) y la Federación Mexicana de Taekwondo.
Las competiciones se realizaron en las instalaciones del Centro Expositor de la ciudad mexicana. Participaron, en total, 868 atletas de 134 federaciones nacionales afiliadas a la WTF (World Taekwondo Federation). La preparación previa a la gala se realizó en el estado de San Luis Potosí en el campamento mundial organizado por el exentrenador de España y excampeón mundial, Ireno Fargas; el cual albergó en las instalaciones del centro de alto rendimiento La Loma a 23 países de África, Asia, Europa y Latinoamérica.
El nivel de los entrenamientos correspondía a la exigencia del evento, en los que se trabajan aspectos tanto físicos, tácticos y psicológicos. Se realizaron tres sesiones exhaustivas diarias, era como entrar en una cámara del tiempo en el que transcurrían más lentos los días, es decir que el número de sesiones en una semana correspondían a las de casi un mes en Honduras.
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En las sesiones nocturnas se organizaban combates de alto nivel de preparación con los diferentes seleccionados de todo el mundo, lo que mantenía un estrés nuevo cada vez que nos parábamos en combate frente a un desconocido proveniente de un país remoto, de costumbres e ideologías completamente distintas, dispuesto a darlo todo por su país, aún en entrenamiento, lo que exigía mucha concentración para resistir al cansancio diario, así como la fortaleza mental para resistir el dolor muscular por la fatiga y golpes. Además, se necesitaba mucha disciplina para hacer dieta y lograr bajar los 6 kilos necesarios para cumplir con el requerimiento de la categoría de combate de -68kg y poder recuperarme a tiempo para las siguientes sesiones y no incurrir en lesiones.
Competí en entrenamiento contra el seleccionado de Mongolia, Cabo Verde y hasta con un príncipe seleccionado nacional de Qatar, ganándoles a cada uno de ellos, lo que me llenó de cierta satisfacción ya que pude demostrarles el talento deportivo existente en Centroamérica. Eso me daba confianza y era un buen indicador de que iba por el camino correcto. También me daba algo de paz sentir que el sacrificio de haber pospuesto mis estudios universitarios y todo el esfuerzo diario estaba dando frutos, aunque no siempre era así.
Una semana antes de viajar a Puebla, en una de las sesiones de entrenamiento de combate peleé contra un seleccionado nacional de Australia, era un muchacho rubio, delgado, alto y se miraba miedo en sus ojos verdes al pelear. Al parecer ese miedo hacía que fuese muy atento y rápido en sus movimientos. Justo en un intercambio de patadas no logré cerrar completamente mi mano y recibí el impacto del ataque en mi mano derecha, que la tenía entreabierta lo que me hizo sentir un profundo dolor. Al pasar las horas, mi mano fue hinchándose y volviéndose de color morado. Era difícil saber con exactitud si estaba fracturada y, en caso de estarlo, saber qué hueso y la gravedad del asunto con solamente una inspección visual.
A pesar de ser un deporte de contacto donde probabilísticamente es casi un hecho recibir golpes que se transformen en lesiones, no se contaba con un personal médico como el de las otras selecciones, aunque también había varias más de la región y del resto del mundo que no contaban con el equipo de atención médico-psicológica en todo el tiempo de preparación y visualmente era notoria la casualidad.
Días antes de viajar los combates cesaron para evitar lesiones por lo que tenía que disimular mi lesión ante los demás competidores de mi categoría, pero la sensibilidad se agudizaba, podía sentir el crujir de mi mano con solo desplazarme; por lo que dormía a veces con la mano en una cubeta de hielo hasta que se convertía en agua.
Mi mamá vivía en Teziutlán, Puebla. Había ido por trabajo a México y nos separamos por dos largos años. Jamás habíamos estado tanto tiempo separados, eso convertía la experiencia aún más importante para mí.
Un día antes del pesaje, la ansiedad se hacía más fuerte por la incertidumbre del sorteo de saber quién, de entre los 87 competidores que conformaban la llave de competencia, sería mi oponente y de por fin, de deshidratar lo necesario y bajar esos últimos gramos que parecían infinitos e imposibles, además del estado de mi mano y los riesgos que conllevaban competir así lesionado.
El albergue olímpico de Puebla en el cual estábamos hospedados era lúgubre, frío y poco cómodo, compartíamos espacio con atletas de algunas naciones de África como Senegal, Nigeria y Costa de Marfil. Los días eran fríos y nublados. Llegó el día de la competencia e íbamos tarde porque el transporte asignado para trasladar a los atletas hacia el evento no llegó a tiempo; por lo que tuvimos que tomar un taxi mi entrenador y yo; mientras que el resto del equipo nos alcanzaría en el lugar de competencia. El trayecto hacia el centro expositor fue muy tranquilo, se escuchaba música suave en el taxi y hablábamos de cosas muy triviales alejadas de la competencia. Era más bien una plática de padre a hijo. Al llegar al centro expositor de Puebla, inmediatamente ingresamos y la estructura era monumental, el área de calentamiento estaba llena de atletas con uniforme blanco y cinturones negros, en proceso de estiramiento. Rápidamente vestí mi uniforme. El médico de la selección de Cuba nos hizo el favor de darnos su valoración y nos proporcionó un vendaje de competencia para mi mano ya que tenía la sospecha de que la fractura fuese en el escafoides y no en los huesos carpianos lo que podría causar daños irremediables en mi mano.
Pronto escuché mi nombre y debía prepararme para mi combate contra el seleccionado de Venezuela, hice un intenso y corto calentamiento, pero estaba listo, la euforia y la adrenalina hacían elevar mi ritmo cardiaco en segundos. Al entrar al área en donde se encontraban las pistas de competencia se deslumbraba un espectáculo de luces y pantallas de transmisión televisiva. En los días siguientes se incorporarían personas y demás equipos que competirían en los siguientes días. En su mayoría mexicanos por ser locales con sus canticos joviales al unísono en apoyo a sus atletas lo que hacía estremecer la estructura del edificio.
El combate estuvo controlado hasta que en el tercer round me pateó en la mano lesionada y no pude disimular el dolor, el médico del evento roció spray frío en mi mano y me consultó si podía continuar; mi respuesta fue un sí contundente, mi oponente había identificado mi lesión por lo que los demás ataques estarían dirigidos en esa dirección porque yo no podía bloquearlos. Pude mantener el marcador a mi favor hasta que terminó el tiempo y obtuve la victoria.
Luego del primer combate a mi favor fui a revisión para una nueva valoración médica de la situación de mi mano. El siguiente combate era contra el dos veces campeón de África, medallista mundial y varias veces olímpico de Senegal, Dieye Balla, el cual quedaría como tercero del mundo en aquella ocasión, perdí el combate por una amplia diferencia; pero sentí la paz de haber dado todo lo humanamente posible.
Muchas veces la derrota es una gran victoria, perder por una cercana diferencia con el mejor o con atletas profesionales que viven directamente del deporte y que tienen facilidades económicas ya que reciben apoyo del Estado, federaciones, universidades, empresa privada y hasta de las Fuerzas Armadas, Ese apoyo permite más concentración y un mayor número de fogueos internacionales que le permite al atleta la adquisición de una mejor formación deportiva y con eso, ampliar las probabilidades de medalla e incluso alargar su vida deportiva.
Emil Zátopek, excampeón olímpico checo, dijo: “Un atleta no puede correr con dinero en sus bolsillos. Debe correr con esperanza en su corazón y sueños en su cabeza”; es decir, que mientras es estudiante, trabajador, padre o madre la posibilidad de conseguirlo, mediante el talento humano con los recursos limitados en la región, es posible, pero…. ¿hasta qué grado resulta ser cierto?
Disfruté el combate a pesar de mi lesión y a la vez me sentí agradecido de representar a mi país y a la región dignamente. Escuchar en cada round el grito de aliento de mi mamá en un campeonato mundial, el apoyo de mis compañeros de equipo desde graderías y las directrices de mi entrenador en cada momento es algo indescriptible. Pero… ¿Y ahora qué?... ¿Habrá sido suficiente el sacrificio realizado sólo por una buena participación? ¿Qué hace la gente que renunció a cierta estabilidad por perseguir un sueño y no lo logró en la región de Centroamérica? ¿En realidad existe la igualdad en el deporte? ¿Por qué los países más desarrollados tienen mejores resultados que países en vías de desarrollo?
Los Estados Unidos es el país que más medallas ha obtenido en la historia de los juegos olímpicos; con 2522 medallas en juegos olímpicos de verano y 305 medallas en juegos olímpicos de invierno. La fortaleza estructural del sistema educativo, como por ejemplo las principales universidades como el MIT (Massachusetts Institute of Technology), Stanford y Harvard permite disponer de las becas estudiantiles y deportivas por mérito y tienen instalaciones deportivas completas de primer nivel que permiten ser un trampolín en ambos sentidos.
El aspecto económico se reconoce al identificar un talento que representará “la marca de la universidad” o la institución que lo apoya; y que se proyectará en medios de comunicación. A ello se suma los posibles convenios millonarios por la venta de la ficha de un jugador, por parte de la universidad, a equipos profesionales, lo que representa un cambio económico radical para el atleta y, además, de imagen. Todo esto le da las posibilidades de terminar una carrera profesional sin problemas.
Todo ello explica el engranaje socioeconómico creador de niveles de competición de alto rendimiento reflejado en los resultados de los medalleros en las competencias del ciclo olímpico. No es un misterio que las naciones con economías más grandes como EE. UU, Gran Bretaña, China y Rusia sean los primeros cuatro puestos en medallas olímpicas.
En América, EE. UU. ocupa el primer lugar en inversión en todos sus aspectos hacia el deporte con más de US$1000 millones por año, según Forbes, mientras que según Sport for life, Canadá invierte US$40 millones por cada millón de ciudadanos. En el sur, Brasil y Chile, invierten US$842.4 millones y US$ 213 millones, respectivamente. En el caribe, Cuba con US$62.1 millones y República Dominicana US$50.2 millones. Si sumamos el capital que dan las naciones de Centroamérica para el tema del deporte, la cantidad es de US$90.9 millones aproximadamente según Forbes.
El deporte es un gigante dormido y subestimado en la región, el deporte no se trata solamente de un pasatiempo para la estética, el deporte es un valor, no un abalorio. Aparte de ser educación integral, el deporte fomenta la creación de valores éticos y morales, inspira a los grandes ideales del olimpismo como la sana competencia, disciplina, el trabajo en equipo y el juego limpio. Fomenta el orgullo y el patriotismo nacional, el deporte genera agentes de cambio que inspiran a la juventud. Contrario a algunas clases políticas corruptas en la región carentes de valores como honestidad, integridad, sinceridad y preocupación por el bien común, es por eso que el deporte inspira y enorgullece a las masas por transmitir ese sentido de representación y patriotismo, pero lamentablemente, los triunfos de los atletas son usados por políticos de oficio para beneficio de sus intereses proselitistas.
El deporte es una excelente vía para la obtención de resultados en materia de desarrollo, en muchas ocasiones supone un ingreso económico para la población joven la cual es la mayoría en la región de Centroamérica, lo que es gratificante tomando en cuenta las tasas de desempleo actuales, es tácitamente invertir en seguridad ya que reduce el número de delincuencia y el consumo de narcóticos, lo que se ve reflejado en una reducción en el gasto público contra el delito y a su vez, impacta e inspira directamente en las generaciones venideras por su efecto multiplicador en prácticas positivas y saludables, no solamente a igualar o rebasar los logros deportivos alcanzados sino que en hábitos académicos y actitudes positivas.
En materia de salud, la OMS (Organización Mundial de la Salud) recomienda 45 minutos de actividad físico-deportiva diariamente lo que conllevaría a un aproximado de 4 años más de vida y mejoraría la calidad de vida del individuo lo que produciría menos ausentismo laboral y menor carga hospitalaria en el sistema médico de los países de la región. Mediante una mejor gestión y promoción del deporte y la actividad física de la región podría incluso implementarse un sistema de salud más preventivo y menos curativo, tomando en cuenta el gran impacto positivo y directo en la sociedad.
Los atletas representan honorablemente a un país como embajadores dignos de una nación. Es necesaria la construcción de un sistema educativo fuerte ligado al deporte que permita desarrollar sus competencias profesionales para marcar un antes y un después, es necesario proyectos de ley que guarden al atleta de alto nivel competitivo con estipendios económicos acordes a su nivel de selección establecidos a nivel de funcionario público y se adquieran derechos de retiro por años de representación, además de la obligatoriedad de ley de las academias en reforzar y reponer exámenes a atletas catalogados de “alto nivel” que representen al país como apoyo a su formación profesional y ciudadano de bien para la sociedad, tomando en cuenta la poca población de atletas de ese nivel de competición en comparación a la masa estudiantil. Este es un costo simbólico en relación al valor de representar a una nación entera. En la región centroamericana los raquíticos presupuestos destinados a instituciones deportivas no permiten un completo desarrollo de una mega estructura funcional proveniente desde el Estado, Comité Olímpico, alcaldías y diferentes confederaciones deportivas, el presupuesto destinado al deporte debe de ser un porcentaje fijo y sustancial, en incremento y jamás en disminución. De hacerlo, en 20 años estarían sentadas las bases de una estructura sólida en pro del deporte y la juventud.
La voluntad es el arma más fuerte del soñador que aspira ir hacia adelante siempre, aunque se contemple la capacidad de la tenencia material o no. La voluntad hace que vencer los miedos sea posible y que los grandes logros sean materializados. Es así como los grandes de los siglos nacen y se escriben en la historia. Distingo la importancia del despertar consciente en el creer en la capacidad de alcanzar el éxito y la plenitud de desarrollar las máximas capacidades de uno mismo como individuo dentro de nuestras facultades, ya sea en las artes como en las ciencias y el deporte. Más que nuestro derecho es nuestro deber como ser humano visitante efímero de este planeta.
Y como compatriota vencer el avariento ego, enorgullecerse y acuerpar a quienes lo intentan no solamente cuando es alcanzado el éxito puesto que eso habrá hecho sentir la victoria un sabor más dulce, a sabiendas de lo difícil de la metamorfosis de tomar la decisión de intentarlo hasta conseguirlo. Por lo que me es pertinente citar las sabias palabras de nuestro paladín centroamericano Francisco Morazán:
La educación de la juventud, de esa porción escogida para regir en algún día los destinos de la Republica, ha merecido muy particularmente la atención del gobierno. Un pueblo que, rompiendo las cadenas de la esclavitud, se arroja, digámoslo así, de repente en el camino de la libertad, no puede marchar sin tropiezos por él, sino buscando en la educación el cultivo de su inteligencia e instruyéndose en el cumplimiento de sus deberes.